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pero nada pudo conseguir. Posteriormente se

agrió la contienda, por Jo que el papa Sa n Vic–

lor amenazó con excomunion

á

los orientales si

no abandonnbon una costumbre que, á mas de

tener un carácter judaico, era rechazada por

toda la Iglesia. Sun Ireneo, obispo de Leon, inter–

vino como mediador

y

oplacó esta contienda que

estuvo á punto de producir un cismo; hasta que

el Concilio de Arles

y

despues el de Nicea deter–

minaron que la Pascua debia celebrarse el Do–

mingo siguiente á la luna llena de Morzo. Algu–

nos orientales se obstinaron en su antigua cos–

tumbre, por lo que fueron trotados como here–

jes con el nombre de

Cuatordecimanos.

Cisn1a

de

Novato-.HabienJo apostado

muchos cristianos durnnte las últimas persecu–

ciones, S . Cipriano, obi spo <le Cartago, les impuso

severas penitencias para recibirlos en el seno de

la Iglesia. Novato, presbítero de malas costum–

b1·es

y

enemigo de Sa n Cipriano, lo atacó de ri–

gorista con los arrepentidos;

y

habiéndose ga–

nado á algunos sacerdotes, se declaró lambicn

obispo, dando nsí lugar á un escandaloso cisma

que

fué

condenado en un Concilio que se reu–

nió en Cartago presidido por S. Cipriano.

Novacianos-EI

presbitero Nova ciano en ··

cabczó en Roma un partido rigorista que atacó

al Papa S. Camelio por su extrema bondad

y

lenidad con los apóstatas, desconoci ó su autori–

dnd

y

eligió obispo de Roma á Novaciano, que

fné el primer antipapa. Los cismáticos lograron

sorprender á algunos obispos, principalmente

en las Galias,

y

pudieron soslenersc algun tiem-