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sia primitiva fué pues una asociacion de Santos.
Perdido, con el trascurso del tiempo, este pia–
doso fervor, este entusiasmo por la perfeccion,
hubo muchos cristianos delincuentes, que ha–
biéndose convertido por consideraciones pura–
mente humanas, trataron de explotar la
fé;
pe–
ro no falt3ron tambien muchos que para huir del
contagio se
retira~on
á
los desiertos en donde se
entregaron
á
la perfcccion cristiana. Es muy cé–
lebre entre estos, S. Simon Es.tilita, que pasó
gran parle de su vida p·arado sobre una colum–
na. Para mantener la Iglesia la pureza de l'os
fieles impuso
á
los pecadores sevtras penitencias
que en un principio fuer-on públicas y duraban
muchos años, y por medio de la cxcomunion
espulsaba á los apóstatas y
á
los empedernidos,
siendo indispensable que rnanifestasen un since–
ro arrepentimiento para que fueran nuevamente·
admitidos en su seno y disfrutasen de las gracias
concedidas
á
los demas cristianos. Cuando la
Iglesia se extendió, no
fué
posible conservar la
comunidad de bienes que tan conveniente habia
sido en una sociedad
r~ducida;
así, los cristia–
nos pudieron poseer sus propiedades y se dedi–
caron
á
la industria, al comercio y demas medios
lícitos para aumentarlas; pero siempre se creye–
ron obligados
á
socorrer
á
los indigentes y
á
contribuir con ofrendas voluntarias para las ne–
cesidades de l:r Iglesia. De .estas ofrendas se ha–
cían tres parles: una para el sostenimiento de
Jos sacerdotes, otra para el culto
y
la tercera
para los pobres, viajeros, esclavos
y
<lemas séres
desgraciados. ·