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DE LA
SANTISIMA
VIRGEN.
dio muerto de los solqados y de los habitahtes, avivando
su confianza en su poderosa protectora. Por mas que los
turcqs !1iciéron el
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un gran fuego contra el bastion del
Danubio, y ppr mas que las bombas, las granadas y las
balas roxas consumiéron muchas casas , no embarazáron
á los habitantes el implorar dia y noche el socorro del cie–
lo en las iglesias, ni á los predicadores el exhortarlos á po.
ner toda su confianza, despues de Dios, en aquella madre,
cµya pro_teccion habian experimentado tantas veces. El
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adelantáron los sitiadores sus trabajos hasta la contra–
escarpa, y se acercáron tanto á los imperiales , que los
soldados de las dos partes muchas veces se daban únos á
ótros con las estacas de las palizadas,
y
se precipitaban
en el foso.
Viena, el baluarte de la cristiandad, estaba casi redu–
cida en polvo, cuando el dia de la, natividad de la santí-
,sima Vírgen, habiendo los cristianos aumentado sus su–
plicas, su devocion , su fervor
y
sus votos , recibiéron,
<;orno por milagro, aviso cierto de un pronto inopinado
socorro, cog que respiráron
y
cobráron nuevo aliento.
En efecto, al otro dia, que era el segundo de la octa–
va
de la natividad, se vió toda la montaña de Kalemberg
<;ubierta de tropas auxiliares. Esta vista llenó de gozo á
los sitiados ,
y
disipó todos sus terrores. Sobieski, rey de
Polonia, á la frente de sus tropas, vino el
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r á la capi–
lla de san Leopoldo con el duque Cárlos: oyéron la misa,
á
la que quiso ayudar el mismo Rey ,
q~ien
todo el tiem–
po_de
l~
misa
tuvq
los brazos en cruz, fuera de aquellos
instantes en que el sacerdote tenia necesidad de su minis–
terio.
Comul~ó
en élla,
y
despues de haberse puesto él
y
_todo el exercito baxo la proteccion
y
amparo de la san–
tísima Vírgen, y recibido la bendicion, que se hechó igual-.
mente á todo el exército, se levantó. el religioso Príncipe,
y lleno de una santa confianza , dixo en alta voz : Ahora
ya podemos marchar sin temor, pues la Madre de Dios
es nuestra protectora: estemos seguros que no nos faltará .
su asistencia.
No se tardó ·mucho en ver los efectos de una confian–
za tan bien fundada: no bien se babia puesto en marcha
el exército
c~istiano
hácia el campo de los turcos, cuan–
do á poco ratQ de sostener los infieles el combate , se reti-
l'om.
/71.
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