![Show Menu](styles/mobile-menu.png)
![Page Background](./../common/page-substrates/page0243.jpg)
-
SENOR_
NUESTRO.
dad con el Padre. Conserva toda vía allí en sus manos, pies
y
costado las cicatrices sag radas, _monumentos etern9s del
amor que nos tiene,
y
de lo que padeció por nosotros: len–
guas siempre vivas, dice san Bernardo, que sin cesar im-:–
ploran la miser icordia de Dios sobre nosotros
(Tim.
ii.).
En
la .mansion de su gloria, dice san Pablo, ruega continuamente
p.or·no _otros
1
y
nos sirve de abogado para defender nuestra
caúsa delante de su Padre,
y
de único mediador entre Dios
y
los hombres (
Heb. 7.).
Je ucris to, hombre, se dió él mis-·
1no para ser el precio de la redencion de todos los hombres.
Es, fin almen te, este Señor nuestro po ntífice, siempre vivo
para intercede r pe>r nosotros. A la verdad era conveniente
que tuviésemos un pont ífice como éste, santo, inocente,
sía
mancha, apartado
de
todo comercio con lo_s..pecado.res,co–
locado sobre los mismos cielos, que no tiene· neces idad ca–
da dia, como los demas ·pontífice.s , de ofrecer víctim
c.is,
primero por sus pecados,
y
despues por los del pueblo;
y
así no las ha ofrecido sino una vez, que fue cu ando se ofre–
ció
á
sí mismo. Aquellos
á
quienes la
ley
hace pontífices,
son hombres sujetos á e nfermedades; pero Jesucristo es sa–
cerdote eterno, segun el órden de
Melqui ~edec,siem
pre per–
fecto, é incapaz de caer en pecado. A mas de esto los sa–
cerdotes han sido much os , porque la muerte les impedía
el subsistir siempre; peroéstecomosubsiste parasiempre, tie·
ne un sacerdocio eter no; de aquí nace que siempre está
en estado de salvará los que por él .se encaminan
á
Dios.
(
H eb.
10)
Por esta razon, hermanos mios , continúa
el mismo Apóstol, oudiendo entrar con seguridad en el san–
tuario por la sangre de Jesucristo, po r el camino nuevo que
conduce
á
-la vida_,
y
que él nos abrió por medio del velo,
quees su carne; teni endo tambien en él un pontífice que go–
bierna la casa de Dios, lleguémonos áélconun corazon sin–
cero,
y
con una fe perfecta. J esucristo ha mue rto, ha re–
sucitado, está á la diest ra de Dios,
y
es
el mismo que in–
tercede por nosotros (
R om.
8. ). Despues de esto,
l_q
uien nos
separará del amor de J
esucrisro~
exclama el mi mo Após.–
tol.
?,
Por ven tura será la tribulacion, la angustia, el ham–
bre, la desnudez, los peligros, la pe rsecucion , la espada?
Por lo que
á
mí toca, añade san Pablo, estoy cierto que ni
la muerte, ni la·vida, ni los án geles, ni los princ ipados, ni
las vi rtudes , ni lo presente, ni lo
fu
tu ro, ni el poder , ni lo
Tom.,VI.
P 3