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-

SENOR_

NUESTRO.

dad con el Padre. Conserva toda vía allí en sus manos, pies

y

costado las cicatrices sag radas, _monumentos etern9s del

amor que nos tiene,

y

de lo que padeció por nosotros: len–

guas siempre vivas, dice san Bernardo, que sin cesar im-:–

ploran la miser icordia de Dios sobre nosotros

(Tim.

ii.).

En

la .mansion de su gloria, dice san Pablo, ruega continuamente

p.or

·no _otros

1

y

nos sirve de abogado para defender nuestra

caúsa delante de su Padre,

y

de único mediador entre Dios

y

los hombres (

Heb. 7.).

Je ucris to, hombre, se dió él mis-·

1no para ser el precio de la redencion de todos los hombres.

Es, fin almen te, este Señor nuestro po ntífice, siempre vivo

para intercede r pe>r nosotros. A la verdad era conveniente

que tuviésemos un pont ífice como éste, santo, inocente,

sía

mancha, apartado

de

todo comercio con lo_s..pecado.res,co–

locado sobre los mismos cielos, que no tiene· neces idad ca–

da dia, como los demas ·pontífice.s , de ofrecer víctim

c.is

,

primero por sus pecados,

y

despues por los del pueblo;

y

así no las ha ofrecido sino una vez, que fue cu ando se ofre–

ció

á

sí mismo. Aquellos

á

quienes la

ley

hace pontífices,

son hombres sujetos á e nfermedades; pero Jesucristo es sa–

cerdote eterno, segun el órden de

Melqui ~edec,siem

pre per–

fecto, é incapaz de caer en pecado. A mas de esto los sa–

cerdotes han sido much os , porque la muerte les impedía

el subsistir siempre; peroéstecomosubsiste parasiempre, tie·

ne un sacerdocio eter no; de aquí nace que siempre está

en estado de salvará los que por él .se encaminan

á

Dios.

(

H eb.

10)

Por esta razon, hermanos mios , continúa

el mismo Apóstol, oudiendo entrar con seguridad en el san–

tuario por la sangre de Jesucristo, po r el camino nuevo que

conduce

á

-la vida_,

y

que él nos abrió por medio del velo,

quees su carne; teni endo tambien en él un pontífice que go–

bierna la casa de Dios, lleguémonos áélconun corazon sin–

cero,

y

con una fe perfecta. J esucristo ha mue rto, ha re–

sucitado, está á la diest ra de Dios,

y

es

el mismo que in–

tercede por nosotros (

R om.

8. ). Despues de esto,

l_q

uien nos

separará del amor de J

esucrisro~

exclama el mi mo Após.–

tol.

?,

Por ven tura será la tribulacion, la angustia, el ham–

bre, la desnudez, los peligros, la pe rsecucion , la espada?

Por lo que

á

mí toca, añade san Pablo, estoy cierto que ni

la muerte, ni la·vida, ni los án geles, ni los princ ipados, ni

las vi rtudes , ni lo presente, ni lo

fu

tu ro, ni el poder , ni lo

Tom.,VI.

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