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VIDA DE CRISTO.

rio,

y

hecho vano el poder de los dioses de la gentili–

dad por sola la virtud de su nompre. Hasta el mi smo

iff–

fie rno se ha vi sto precisado, á pesar de su rabia contra

J esucris to ,

á

dar test imonio de su divinidad y de su om–

n ipotencia . Se ha visto en la historia de la vida de este

di vi no Salvador cu ántas veces los demonios, forzados por

su vi rtud á sa l ir de los cue rpos, han confesado que era el

Mesías, que era Cris to, qu e era el hijo de Dios, queján–

dos_e ama_rgamente de él porque babia venido

á

destruir

su

1

rn peno.

En el capítu lo

19

de

lo~

Hechos de los

A

pósto1es leemos

que est and o san Pablo en E feso bautizó algunos discípulos

qu e solo habian .recibido el bautismo de Juan;

y

que ha–

biéndoles impuesto las manos, vino sobre éllos el Espíritu

santo, de suerte que recibiéron con él el don de lenguas,

y

el de profecía. Por aquel mismo tiempo algunos exO-rcistas

judíos, que corrían el país, viendo los milagros que h_acia

san

Pablo

todos los dias en el nombre del Señor, pasá–

ron

á

invoca r t ambien éllos el nombre de nuestro Señor Je–

suc risto sobre los que estaban poseidos de los espíritus ma–

lignos, dic iendo:

Os conjuro por el Jesus que predica ·Pa–

blo, que salgais de este cuerpo.

Los que hacían esto eran

los siete

hij os

de Esceva, judío, príncipe de los sacerdotes.

Pe ro ehn aligno espíritu les dió esta respuesta:

Conozco

á

Jesus

y

sé quién es Pablo; ?_pero quiénes sois vosotros?

Di–

cho esto, el hombre que estaba posei do ·de un demonio muy

rnalo , se t iró á éllos ,

y

habiéndoles dado mtichos

golpes~

se metió dentro de sus cuerpos. El q tso fue no torio

á

todos

los judíos

y

gentiles que viv ian en E feso, añade el sagra–

do Historiador : no hubo quien no se espantase de un -caso

tan ter r ible ; pero al mismo tiempo sirvió para que todos

ensal zara n el nombre de nuest ro Señor Jesucri sto.

Des pues de esto, ¿qu ién se atreverá

á

poner en duda á la

oivinidad

de un Señor

á

quien el mi smo infierno se ve pre–

ci ado

á

respetar como á duefio absoluto .de' cuanto hay en

el -cielo , en la tierra,

y

en Jos

infie r nos~

J

esus es aquel Se-

,ñor

á

cuyo nombre doblan las- rodillas todas las criatu ras:

·es el Hijode D ios, el cüal está sentado en la gloriaá la di es·

tra del Padre; adonde fue á prevenirnos un puesto, con tal

que sigamos sus huellas

y

guardemos sus leyes. El esta r sen–

tado Jesus en él cielq

á

la diestra de Dios denota su igua l-