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V ID A

vano

vomitarás contra élla

y

contra su hijo toda tu ra–

bia

y

todo tu veneno : no te será posible morderla con

todos tus esfuerzos, ni con toda tu malicia: no serás ca–

p az

de

acercarte

ni

aun á sus talones; el

bij9

que

élla

dará

al mundo , destruirá tu imperio desde su nacimiento;

Et

tu insidiaberis ca!ccmeo ejus (Gen.

3 ).

H as ta entonces se–

rás tirano; -pero entonces pasarás á ser esclavo; y tenien–

do la cabeza magullada, no podrás ya hacer mal sino á los

que quisieren ponerse voluntariamente en tus manos.

Como desde la creacion del mundo

fué

el Mesías

el

·grande

objet~

de

los deseos, de las promesas y de las pro–

fecías

del

antiguo Testa·mento., se dexa conocer claramen–

te

qu e su dichosa Mad re debió ser al mismo tiempo el ob–

jeto de aquellos ·deseos , de aquellas predicciones y de

aquellas promesas.

(Sofr. Senn.· de Assumpt.)

Noextrañeis,

dice el célebre Sofronio, que tantas gentes pubUquen

á

porfia las grandezas de la madre

1

de Dios, cuando el mis–

mo Dios está haciendo su elogio desde el principió del

mundo: todo el antiguo Téstamento está lleno de rasgos

y

de figu ras , que son como los diseños de su verdadero

Tet ra

to.

En

la zarza encendida que vió lVIoyses reconoce–

m.os

la

figura

de vuestra admirable virginidad, ó madre

de

Dios, exclama la

lgles~a.

La

vara prodigiosa de Aaron

que florece sola en el Taber náculo,

y

que des pues se guar–

con todo cuidado en el

arca

del Testamento., es una

fi.

gura no ménos expresiva de esta fecunda virginidad.

(S. Ambr. s.enn.

15 .).

El v-ellon de Gedeon. ·embebido to–

do en

el rocío

del cielo,' miéntras que toda la ·tierra de su

alrededor queda seca,

es

una de las mas particulares

fi–

guras de la madre de Dios, dice san Ambrosio; esto es lo

que hace decir á la Igles ia, que cuando el Verbo divino

se

hizo carne en el vientre virginal de María, baxó á élla

como

una

lluvia milagrosa sobre el vellon:

Sicut pluvia

in vellus 'descendisti. (B. P etn1s Darn. serm. de Nativ.) .

i

Quién no ve, dice el beato Pedro Damiano, que el ar–

ca del Testamento hecha

d '::!

una madera incorruptible,

y

que inspiraba tanto respeto y veneracion á los sacerdotes,

á

los pueblos y

á

los reyes, era una figura demasiado

sensible de la madre de Dios; la cual puede líamarse con

inuy justa razon el arca del nuevo Testamento., como

la

llama la Iglesia en la letanía de esta

Señora ~

Fcederis ar-