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SEÑOR·NUESTRO.
2'25
hres, de supersticiones, de errores;
á
pesar de toda la fiere–
za de los romanos,
y
de todo el orgullo de los griegos; á pe–
sar de la corrupcion general de toda la tierra. Tal fue el de·
signio de Jesucristo; des ign io al parecer quimérico, proyec–
to naturalmente imposible; pero Jesucristo le ha executado,
y
para éllo da por máximas
á
sus apó toL..s naturcllmen–
te tan groseros, tan tímidos, tan ignorante ,que se ofrezcan,
que corran á .la muerte, que se presenten en los tribu nales
sin pen ·ar ni aun en lo que han de responder; que él les
da~
rá entonces unas palabras y una sabiduría,
á
que todos sus
enemigos no podrán resistir, ni tendrán que oponer. ¡Qué
prueba mas vi ible , mas incontestable de su divinidad!
¡qué milagro mas grande! Esta prueba subsiste todavfa el
dia de hoy: este milagro le vemo con nuestros propios ojos
diez
y
siete siglos ha.Incrédulos, resi t ío todavía
á
un con–
vencí miento, á una demostracion tan sensible : vuestra in–
sensata terquedad, vuestra falta de
fe
es efecto de lo
li–
mitado de vuestro talento,
y
fruto natural de la corrupcion
de vuest ro corazon.
§.LXXV.
La divinidad de
Jesucristo
reconocida
por los 1nismos paganos.
La
divinidad de Jesucri sto es t an visible, que ha sido
reconocida
y
publicada por aquellos mismos que tenian
mas interesen nega rla,
y
que hallaban mas dificultad en
creerla. Jo efo, que vivía hácia el año
70
de Jesucristo,
es el personage mas sábio que han tenido jamás los ju–
díos;
y
ved aquí lo que este escritor, tan zeloso
y
tan adic–
to
al judaismo, dice de nuestro Señor Jesucristo en su his–
toria:
~e
En este tie n po, dice, pareció Jesus, hombre sá–
" bio, si acaso puede llamarse solamente hombre, porque
,, era poderoso en prodigios, y maestro de los que ama–
" ban la virtud. At raxo
á
su doctrina muchos de entre
,, los judíos
y
no pocos gentiles. Era este hombre el Cris.
I
,, to,
y
sin embargo del suplicio de la cruz
á
que Pilato le
,, condenó sobre las acu aciones ,y de posicione de los prin–
n
ci pales de la nacion, sus primeros discípulos
no
dexá-
Tom. VI.
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