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VIDA DE CRISTO
sen
á.
ser universalmente recibidas de toda suerte de gen–
tes! Pues este prodigio se ha obrado,
y
nosotros somos to·
dos testigos de este prodigio. Aquellos filósofos paganos que
estaban acostumbrados
á
no creer sino .lo que veían: que
examinaban' que conq:adecian' que hallaban que replicar
en todo, que se preciaban de ser constantemente tenaces de
sus opiniones, quejamásserendian sino
á
unas pruebas evi..
dentes
y
sensibles , se han rendido sin réplica
á
estas gran–
des verdades en medio de no poderlas comprender: han
reducido á esclavitud su entendimiento baxo la obediencia
de Jesucristo: se han sometido ciegamente
á
la fe: han con–
fesado que toda su teología era fabulosa: que hasta enton–
ces su filosofía había errado,
y
todo esto sin ser forzados
:ror ningun razonamiento, sin que se haya podidosuavízar
o disminuir su repugnancia. Es verdad que les ha costado
dificultad el creer: es verdad que al principio tr<:itáron á es–
te nuevo Maestro de visionario
y
extravagante: que reci–
biéron
á
sus discípulos con risa: que reclamáron contra lo
que les decían: que disputáron, que escribiéron: todo esto
es verdad;
y
tambien lo es, que las mas veces no se les res–
pondió nada • contentándose con decirles que era necesario
creer; sin embargo de todo esto, estos filósofos han creído
sin contradecir, sin examinar;
y
se han rendido con las
condiciones
y
partidos que se les han querido prescribir.
Los reyes
y
los emperadores que emp1eáron todas sus
fuerzas por ver si podían aniquilar el cristianismo, se han
hecho cristianos: aquellos grandes del mundo que se criá–
ron en el fausto,
y
en los placeres, han abrazado la cruz,
sometiéndose á una ley, y abrazando una religion que no
predica sino. mortificacion
y
penitencia. El mundo, despues
de haber s.ido cerca de cuatro mil años idólatra, se ha he–
~ho
cristiano: unas manos acostumbradas desde la infancia
á
ofrecer incienso á los•ídolos, se han empleado en hacer–
los pedazos
y
en destruirlos: la Iglesia se ha fundado
y
es–
tablecido en todo el universo sobre las ruinas del paganis–
mo, no con mano armada, sino con la sangre de casi diez
y
ocho millones de mártires.
El establecimiento del cristianismo hubiera sido siem–
pre un gran milag ro, por cualquiera medio que se hubiera
tomado para fundarle; pero para que no pareciese que era
obra del hombre, desechó Jesucristo todos aquellos cami-