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SEÑOR NUESTRO.

. · Lam pr"id

io

es garante de la veneracion profunda en

que

ten i:l

á

Jesucristo el emperador Adriano. Este Prín–

cipe intentó erigirle altares,

y

ponerle en el número de

sus dioses: hizo edificar templos en todas las ciudades,

sin poner en él los ningun ídolo, dice el historiador; y si

el ·proyecto se quedó sin executar,

fué ,

añade Lam

pr"i –

dio, porque consultados los oráculos rcspondiéron que si

se execut ab · ·este designio, todos los antiguos dioses que–

darían mudos,

y

toda la tierra se baria cristiana an tes

de mucho tiempo. Todos estos hechos son positivos. El

emperador Alexandro Severo, embelesado de todo lo que

·babia oído decir de Jesucristo, le colocó en un oratorio

doméstico, dice Lamprid io;

y

estaba tan encantado de su

doctrina, que hizo publicar por un rey de annas ciertas

máximas del evangelio,

y

las hizo grabar en las obras

públicas,

y

hasta en su

gabinet~

y

en su alcoba; que–

riendo que hasta en su palacio se las pu iera

i

toda hora de–

lante de los ojos. Y si no obstante la estimacion y vene–

racion que profesaban á Jesucristo estos Príncipes hubo

mártires durante su reynado. esto era efecto de la preo–

cu pacion su perticiosa de sus pueblos,

y

de la impía cruel–

dad de los comandantes de provincia, la mayor parte ver–

daderos tiranos, como tambien del ódio furioso que todo

el infierno tenia al cristianismo. Así pensaba de Jesucris-

. to el paganismo, no obstante su preocu pacion

á

la tenaz

adhesion

á

sus dioses; y si vamos

á

registrar ]as histo–

rias mas antiguas

y

mas célebres de los paganos, a pénas

hallarémos historiador que no haya referido con admira–

cion algunos sucesos milagrosos de Jesucristo.

Calcidio refiere por extenso el fenómeno que apare–

ció

á

los Magos en el Oriente. Flegon, liberto de Adria–

no, cuenta como un prodigio inaudito el eclipse de sol

que sucedió en la muerte de Je·sucristo, de que hablan

los evangelistas. Tálo hizo la misma observacion. Macro–

bio atestigua la verdad de la matanza de los niños ino–

centes inmolados por

Heróde~

-en el nacimiento

del

Sal–

vador" sin haber perdonado ni aun

á

su propio hijo; lo

que hizo decir" s_egun refiere este Historiador, que valia

mas ser puerco, que

hijo

de Heródes. Fiualmente, Porfi-

. rio, enemigo acérritno del cristianismo, conviene en que

Jesucristo babia expelido los demonios, abolido su impe–

p

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