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al
SENOR NUESTRO:
101
pudiese jamás suceder realmente lo que Jesucristo les de–
cia de su pasion, de su ignominiosa muerte y de su resu–
rreccion: tampoco se atrevían
á
preguntarle, quizá
temien~
do les dixese demasiado,
y
mas dé lo que quisieran, para
hacerles creer una cosa que les habia de afligir mucho-,
y
de que el solo pensamiento les asustaba.
· ·
Habiendo llegado á Cafarnaun, les preguntó
á
sus dis–
cípulos,
i
qué era de lo que hablaban en el
cami.no~
Nin–
guno se atrevió á responderle; por.que habían disputado
sobre quién de éllos era mayor; esto es, quién oéuparia
el primer puesto en el reyno del Mesías; en lo que se ve
cuán itnbuidos estaban de las ideas terrenas de los judíos,
los cuales creían que el reyno del Mesías sobre la tierra
sería un reyno de abundancia, de magnificencia y de es–
plendor; pero el Salvador quiso con su bondad y su man–
sedumbre ordinaria corregir sus falsas idéas; para lo cual
les dixo : Si alguno quiere ser el primero en mi reyno,
sea el postrero de todos y el criado de todos (
Marc.
9. ):
el mayor título de grandeza para conmigo es la mas pro–
funda humildad: el que es mas humilde, éste será ma–
yor. Y cogiendo luego á un niño pequeñuelo, le puso en
medio de éllos;
y
despues de haberle abrazado, en señal
de la ternura con que miraba á las almas humildes, les
dixo: Si no muda is de opinion, es decir, si no teneis sen:–
timientos baxos y humildes de vosotros mismos muy di–
ferentes de los que habeis tenido hasta aquí, y si no os
ha~
/
ceis como niños, no entraréis en el reyno de' los cielos:
cualquiera, pues, que se hiciere pequeño como este niño,
éste será
e~
mayor en el reyno de los cielos
(Matth.
18.).
· Yendo despues Jesucristo á Jerusalen
á
la fiesta de
Pentecostes, que era muy célebre entre los judíos, y se
llamaba así,.porque era el dia cincuenta despues de lapas–
cua (en memoria de que el dia cincuenta despues dela'sa•
lida de Egipto se les <lió la ley en el monte Sinai), los
sa~
maritanos, por cuyo pais pasaba el Salvador con sus dis-–
cípulos, le negáron la
entr~da
en una de sus ciudades:. i–
rritados de este atentado Jt¡_an
y
Jacobo hijos del Zebedeo,
rogáron
á
Jesucristo les permitiera hacer baxar fuego del
cielo sobre aquella ciudad., 'como en otro tiempo lo babia
hecho Elías en igual caso; pero el Salvador les repren–
dió que era .su zelo demasiado amargo, diciéndoles, que·
Torn. VI.
·
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