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SENOR NUESTRO.
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un dia caminando, preguntó á sus apóstoles; ¿qué se· pen..
saba de él en la Judea despues de tantos milagros como
habia hecho? (
Matth.
6.) Los apóstoles le respondiéron,
que únos creían que era Juan Bautista que babia resucita–
do, que ótros decian que era Elías, ótros Jeremías, ó al–
guno de los profetas.
i
Y vosotros, les dixo Jesus, quién
. decís 9ue soy? ·Entonces Pedro, toman4o la palabra, res–
pondio: Tú eres el Cristo, el hijo de Dios vivo. Díxole
Jesus: Eres bienaventurado, Simon, hijo de Jona, porque
esto no te lo ha .revelado la carne, ni la sangre, s°ino mi
Padre que está en los cielos. Y yo te digo, que tú eres
Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y que
las puertas del infierno nQ prevalecerán contra élla. Yo
te daré las llaves del reyno de los cielos ;
y
todo lo que
Ugares sobre la tierra, será ligado tambien eu el cielo;
y todo lo que desatares sobre la tierra, será desatado tam–
_bien en el cielo. Despues de esto, prohibió el Señor á sus
discípulos el que dixeran á nadie que él era Jesucristo;
sin duda, porque esta opinion no fuese un obstáculo
á
su pasion y á la ·muerte que babia resuelto padecer por
la salvacion de los hombres.
Desde entónces empezó á decir
á
sus discípulos con
términos los mas expresos, que babia de padecer mucho
en Jerusalen de parte de los ancianos, de los escribas
y
de los príncipes de los sacerdotes: que sería entregado
á
la muerte; pero que resucitaria al tercero dia. Sobre lo
cual habiéndole cogido aparte Pedro , le dixo con la in–
genuidad
y
fervor que acostumbraba: Señor, no quier.a
Dios que seais tratado jamás tan indignamente :
I\O
quiera
Dios que tal os suceda. Volvió Jesus nácia él,
y
le dixo:
Retírate de mí, que hablas como ministro de Satanás,
y
me eres un motivo de escándalo:
i
por qué no quieres que
cumpla yo la obra de la redencion de los hombres, para
lo cual me ha enviado mi Padre
~
En esta ocasion, y con este motivo, dixo Jesus, no so–
lo
á
sus discípulos, sino
á
todos los que quisiesen seguirle:
que quien quiera seguir sus pisadas, debía renunciarse
á
sí mismo, tomar su cruz y seguirle; porque el
q~e
quisie·
re salvar su vida, esto es , buscar sus placeres
y
sus como–
didades, la perderá;
y
quien la hubiere perdido por mí, por
me~io
de la qiortificacion
y
del martirio,
la volve-rá
á
en-
Tom. VI.
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