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DOMINGO
DIEZ
Y
NUEVE
blo en el desierto, un san Luis sobre el trono, tantos mi–
llonc de santos
y
de santas de todas condiciones
y
de
todos estados piensan
y
hablan en materia de devocion
muy de otra suerte que los libertinos y 1as rnugeres
mun–
danas:
¿
á quienes se debe c reed Dices que jamás has
ex–
perimentado estas dulzuras, esta felicid ad en el exerci–
cio de
la
virtud: ¿qué has hecho para hacerte digno de
éllo? Todavía tienes el gusto <lepra vado con el largo uso
de los
in
ípídos placeres del mundo: estás todavía enfer–
mizo,
ó
por mejor decir , enfermo ,
y
querias gustar
ya
las dulzuras de los gozos del cielo. Sirve
á
Dios con fer–
vor,
y
bien presto hallarás gusto en servirle.
2
Ama
y practíca el recogimiento interior; si n él
Ja
devocion no
es
sino superficial. Huye el tumulto
y
la di–
sipacion: ama el retiro: el ayre del grán mundo siempre
es contagioso para la salvacion , á
m
nos que no sea Dios
quien nos exponga
á
él , y aun entonces nos obliga
á
cier–
to recogimiento interior , como
á
un
preservativo necesa–
rio. Empiez buyendo de los grandes concursos: mortifi–
ca tu curiosidad de saber las novedades
y
rumores
que
corren en el pueblo. Esta ligera mortificacicn contribuye
mucho
al
recogimiento.
. '
·
DOMINGO DIEZ Y NUEVE
DESPUES DE PENTECOSTES.
Habiendo la Iglesia elegido para
el
evangelio de la mi–
sa de
este dia la parábola del rey que en la boda
de
su
hijo hizo el festín
ó
banquete, de que ·e hicieron indig–
nos los que habían sido convidados los primeros ; se le
ha dado
á
este domingo el nombre
del domingo de los
convidados
á
las bodas;
y
aun se pudiera añadir , de
la
parábola de la reprobacion de los judíos.
En
efecto , no
hay
parábola en que esté mas expresa
y
mas clara
e ta
reprobacion. Tambien se ve en élla la figura de la re–
probacion de los malos cristianos
e~
aquel que,
habie~do
admitido
la
honra que
el
rey
le
hacia,
se
puso
á
la mesa