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DESPUES

DE

PENTECOSTES.

273

terable, una humildad sincera, una paciencia invencible:

]a() a iver idades Je excitan , el fuego de

la

persecucion le

fofbma, la mortificacion le alimenta. Es un error imagi–

nar e que el amor de Dios ignora las obligaciones

y

oficios

de la cortesía , .de Ja urbanidad

y

de la decencia: nada

inspira tanta hombría de bien , tanta caridad , tanta polí–

tica como la verdadera devocion.

Los enfados, los disgnstos nacen de un corazon agita-

1

9.o é inquieto: el amor divino calma el coraz9n,

y

derra–

ma sobre él una un<..ion que le ablanda , le suaviza hasta

hacer indulgente

y

rendido el mismo espíritu. La perfec–

ta resignacion en la vol.untad del Señor, el gozo espiritual,

fruto necesario del amor divino , aquella paz del alma

que produce la iooceacia, son quien causa aquella igual-

1

d ad de humor, aquella mansedumbre inalterable, aquella

generosidad, aquella magnanimidad, aquella constancia,

aquel conjunto de virtudes que admira,mos

en

todos los

· que aman verdaderamente á Dios. He aquí las señales del

verdadero amor de Dios:

i

reconoces en ti estas

señales~

iamas

á

Dios con rectitud, con perseverancia, con

fide–

lidad~

¡Qué de

ilusiones,

Dios

mio , en la devocion

!

P

U N

T O

S E G U N D

O.

Considera

que en punto

de devocion

y

de amor

de

D10s se toman muchas veces los conocimientos

y

las lu–

ces del e píritu por los sentimientos

y

ardores del cora–

zon. Se conoce cuán amable es Dios: pasma lo poco que

es amado: embelesada

el

alma entonces con e to ju<ito()

y

piadosos sentimientos, se imagina que le ama. ¡Cuántas

personas se equivocan en punto de amor de

Dios,

y

un

dia quedarán sorprendidas al ver

y

conocer que su amor

de Dios olo fue un amor en idea

y

en imaginacion

!

El

corazon tiene

su

e fera independientemente de la del es–

p íritu ;

y

no todo lo que pasa en el espíritu es obra

del

corazon.

Se conoce que Dios merece ser amado: se confiesa que

es mene'lter er muy

in~rato

para no amar

á

Dios;

i

pero

por haber pensado

y

hablado a

i

se puede decir que se le

ama?

Bien

pre'i to

no

de mentiría nuestro

propio

cora–

zon

La

caridad

es paciente,

dice

san Pablo, es benig-

Tom.

V.

-

S