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DESPUES
DE
PENTECOSTES.
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terable, una humildad sincera, una paciencia invencible:
]a() a iver idades Je excitan , el fuego de
la
persecucion le
fofbma, la mortificacion le alimenta. Es un error imagi–
nar e que el amor de Dios ignora las obligaciones
y
oficios
de la cortesía , .de Ja urbanidad
y
de la decencia: nada
inspira tanta hombría de bien , tanta caridad , tanta polí–
tica como la verdadera devocion.
Los enfados, los disgnstos nacen de un corazon agita-
1
9.o é inquieto: el amor divino calma el coraz9n,
y
derra–
ma sobre él una un<..ion que le ablanda , le suaviza hasta
hacer indulgente
y
rendido el mismo espíritu. La perfec–
ta resignacion en la vol.untad del Señor, el gozo espiritual,
fruto necesario del amor divino , aquella paz del alma
que produce la iooceacia, son quien causa aquella igual-
1
d ad de humor, aquella mansedumbre inalterable, aquella
generosidad, aquella magnanimidad, aquella constancia,
aquel conjunto de virtudes que admira,mos
en
todos los
· que aman verdaderamente á Dios. He aquí las señales del
verdadero amor de Dios:
i
reconoces en ti estas
señales~
iamas
á
Dios con rectitud, con perseverancia, con
fide–
lidad~
¡Qué de
ilusiones,
Dios
mio , en la devocion
!
P
U N
T O
S E G U N D
O.
Considera
que en punto
de devocion
y
de amor
de
D10s se toman muchas veces los conocimientos
y
las lu–
ces del e píritu por los sentimientos
y
ardores del cora–
zon. Se conoce cuán amable es Dios: pasma lo poco que
es amado: embelesada
el
alma entonces con e to ju<ito()
y
piadosos sentimientos, se imagina que le ama. ¡Cuántas
personas se equivocan en punto de amor de
Dios,
y
un
dia quedarán sorprendidas al ver
y
conocer que su amor
de Dios olo fue un amor en idea
y
en imaginacion
!
El
corazon tiene
su
e fera independientemente de la del es–
p íritu ;
y
no todo lo que pasa en el espíritu es obra
del
corazon.
Se conoce que Dios merece ser amado: se confiesa que
es mene'lter er muy
in~rato
para no amar
á
Dios;
i
pero
por haber pensado
y
hablado a
i
se puede decir que se le
ama?
Bien
pre'i to
no
de mentiría nuestro
propio
cora–
zon
La
caridad
es paciente,
dice
san Pablo, es benig-
Tom.
V.
-
S