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DOMINGO QUINCE

sido pecador,

ó

á

lo menos que puede serlo, no tiene

sino compasion de los que lo son. Ninguna cosa insp ira

tanto este espíritu de mansedumbre para con los pecado–

res, como el conocimiento experimental de nuestra pro–

pia fl aqueza. Jesucristo, dicen los padres, no quiso dar

las llaves del reyno de los cielos á san Juan porque ha–

bía vivido siempre en

la

inocencia ; diólas

á

san Pedro,

que por su caida había experimentado demasiado su pro–

pia flaqueza , sin embargo de su fervor; y tú, le dixo el

Sefior, cuando hubieres vuelto en ti,

e

nfirma tus herma–

nos:

Et tu aliquando conversus

,

confirma fratres tuos.

Un

minisrro del Señor

e~perimentado

é instruido por sus

propias caídas, tiene mas compasion de las caídas de los

ótros;

y

sin condescender jamás con el pecado, usa siem,..

pre de indulgencia con el pecado r.

Considerans te ipsum,

añade el santo Apóstol ,

ne 'et

tu

tenteris:

Considerándo–

te

á

ti mismo,

y

temiendo no seas tambien tú tentado.

Los que son tan severos con los ótros , no lo son siempre

consigo mismo. No hay otra cosa que personas que an–

dan por el camino ancho, al mismo tiempo que no quie·

ren conducir á lo<> <lemas sino por sendas muy estrechas.

Para confundir esta hipócrica severidad permite Dios mu–

chas veces que estos inexorables médicos espirituales cai·

gan en el mal, para el cual recetaban remedios impracti–

cables ;

y

'que por la necesidad que tienen éllos mismos de

que se use con éUos de indulgencia, aprendan á usarla con

los otros pecadores.

Alter alterius onera portate

:

Llevad los únos

la

car–

ga de los ótros, continúa san Pablo,

y

de este modo cum- –

plireis con la ley de Jesucristo:

Et

sic adimplevitis

le–

gem Christi.

Esta divina 1ey está fundada sobre la cari–

dad; esta caridad recíproca que hay entre- los cristianos

los lleva

á

aliviarse y consolarse mútuamente únos

á

ótros.

Los socorros recíprocos alivian las cargas particulares;

ninguna cosa disminuye tanto el peso de los trabajos como

la caridad cristiana: quien se ·compadece de las afliccio–

nes

del próximo , en cierto modo toma parte de la _afiic–

cion,

y

le quita esta parte

á

su hermano.

La

dureza de

alma es una prueba de la soberbia que reyna en el hom–

bre.

Por eso dice el Apóstol , que

si

alguno se imagina

ser algo , no siendo nada,

se engaña

á ·sí mismo.

El

orgu-