DESPUES
DE
PENTECOSTES.
227
tambien segun este espíritu;
Non
efficiamur
inanis glo1·ice
cupi.ii:
No seamos codiciosos de vanagloria , tirándonos
únos
á
ótros,
y
teniéndonos envidia por
u~
secreto zelo
tan contrario
á
la caridad. Si no hubiera orgullo, no habría
divisiones, disputas ni quejas. La diversidad de senti–
mientos nace, por
lo
comun, de una vanidad secreta, que
no quiere sujetarse
á
ageno diétamen. Por mas que nos
forjemos mil motivos plausibles para cohonestar nue5tra
terquedad , bien presto asentiríamos al dictamen de los
ótros , si el orgullo no estuviera de por medio ; la envidia.
y
los zelos siempre fueron los primeros frutos de
l<r
so–
berbia. Hermanos mios , añade san Pablo , si alguno se
hubiere dexado sorprender hasta cometer alguna culpa;
lo~
que sois espirituales , aconsejadle con espíritú de man-
ri
sedumbre lo que debe hacer. Dice esto san Pablo , por-
"'r.<
que algunos doctores, animados de un falso zelo
y
de un
espíritu de soberbia, se habian puesto
á
dogmatizar; con
lo cual habían introducido la turbacion
y
la divisron en
aquella iglesia. Jamás hubo herege ni cismático que no
buscase partidarios. Abusando, pues, aquellos falsos doc–
tores de la simplicidad de los nuevos fieles de Gálacia,
habian envuelto
á
muchos en el error;
y
así san Pablo
exhl>rta
á
los presbíteros,
y
á
todos los que se sentian ani–
mados del espíritu de Jesucristo,
á
que abran Jos ojoc;
á
los que habian caido en los lazos,
á
que les alargen
la
mano,
y
los vuelvan al camino que habian dexado, no
echándoles en cara su culpa con aspereza, sino represen–
tándoles su caida con un espíritu de mansedumbre
y
de
caridad :
ln
spiritu lenitatis.
Guardáos bien de dexaros
aterrar de aquel zelo amargo , que en lugar de curar
las llagas, las exaspera
y
encona; para esto el mejor
me-
dio es que cada uno considere su propia flaqueza ,
y
re–
flexíone, que aunque haya sido mas fiel, no por eso es
menos capaz de dar en los mismos desbarros. La vista de
lo
que·somos no nos debe hacer olvidar lo que podemos
ser. No hay pecado , dice san Agustin , de que no sea-
mos capaces, si DiGs no nos sostiene. El conocimiento de
nuestra propia flaqueza siempre inspira mas compasion
que ira contra los pecadores.
Un
secreto orgullo es siem-
pre quien causa Ía amargura
y·
la dureza que se advier-
te
muchas veces
en
el zelo. Cuando
uno
piensa que ha
P2