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DES.PUES DE PENTECOSTES.

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Instruyendo el Hijo de Dios al pueblo que se babia

juntado al rededor de él , vió alguno de los que aparen–

taban mas regularidad ,

y

se ljsonjeaban tener una vida

mas exemplar, los cuales le oían con bastante atencion :–

á

éstos fue principalmente

á

quienes dirigió esta parábo–

la , en la que se ve la eficacia

y

valor de la humildad.

Do~

hombres , les dixo Jesucristo, subieron un dia jun–

tos al templo á hacer oracion; el úno era fariseo , y el

ótro pblicano. Ya se dixo en otra parte que los fariseos

eran una

sect~

famosa que se levantó en Judea hácia el

tiempo de los Macabeos,

y

á

los cuales se les dió el nom–

bre de fariseos , que significa gentes separadas de los <le–

mas por un género de vida que

alucina~a

al público,

y

de que hacían ostentacion estos sectarios vanos

y

orgu–

llosos: afectaban delante de los ótros una modestia estu–

diada, una austeridad aparente, una regularidad exterior

que engañaba ; y por otra parte erán unos sepulcros blan–

queados , llenos por dentro de inmundicia

y

de podre.

La soberbia era el alma

y

el gran móvil de todas sus

acciones. El publicano era entre los romanos un adminis–

trador ó cobrador de los impuestos

y

de las rentas pú–

blicas. Este nombre era muy odioso entre los judíos: con

él designaban un gran pecador, un hombre de mala vi–

da, un usurero de profesion : era el publicano una pro–

fesion de gentes muy desacreditadas, así por la corrup–

cion

de sus costuumbres, como por sus violencias. Esto

es lo que se entendia por un fariseo

y

un publicano. Vol–

vamos

á

nuestro evangelio.

Dos hombres, decia el Seoor, subieron juntos al tem–

plo

á

hacer oracion : el úno era fariseo,

y

el ótro publi–

cano. El fariseo, en lugar de orar

y

de humillarse de–

lante de

Dios

,

se puso

á

exagerarle á Dios la justicia de

sus obras : estándose en pie, d cia dentro de sí

mi

mo:

Gracias os doy, Señor, porque no soy como los <lemas

hombres,

y

particularmente como el publicano que es–

tá aquí. Este y los ótros son unos ladrones, unos mal–

vados, unos adúlteros: en cuanto á mí, soy muy reli–

gioso, ayuno dos veces á la semana, ademas ge los dias

de ayuno de obligacioo. Se cree que estos dos di"3.s de

que habla el fariseo , eran el lunes y el jueves. Pruque

no pareciesen que conformaban en esto con la costum..