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,
DOMINGO DECIMO
quizá
te
hubieras envanecido con éllos,
y
que la humil–
dad es mas preciosa que tocios los talemos , Jos que solo
se dan para hacer bien
á
los ótros. E to done
son unas
gracias puramente gratuitas, distintas de la gracia ju ti–
ticante que nos hace santos
y
justos delante de Dios.
Llámase gracia solamente gratuita la que no santifica al
que la recibe , aunque por otra . parte le sea dada por
la pura
y
libre voluntad de Dios. Sin embargo , esta
gracia le puede aprovechar para su salvacion ; pero
á
lo que se dirige
y
mira principalmente, es á la santi–
fü:acion del próximo: tales son el don de milagros , el
de sabiduría, el de la discrecion de espíritu , el de cien–
cia
y
e1
don de lenguas : se pueden tener estos dones,
y
ñó
ser uno santo, como sucede cuando se hace mal
uso de éllos. Con todo , rara vez se hallan el don de
lenguas , el de profecía
y
el de milagros en quien no
tiene una santidad eminente. La Iglesia los mira en la
canonizacion de los santos como unas pruebas de la san–
tidad; pero esto solamente despues de haber tenido prue–
bas ciertas de la heroicidad de sus virtudes. Estos do–
nes visibles del Espíritu santo eran ba tante ordinarios
en los primeros siglos de la Iglesia; en los cuales eraa
necesarios milagros estupendos para convertir á los ju–
díos
y
paganos. Esto no es decir , como nota el venera–
ble Beda, que estos dones hayan cesado enteramente en
los siguientes siglos. No ha habido siglo en que la Igle–
sia ho ha ya tenido taumaturgos; sobre todo, cuando el
Señor ha tenido
á
bien enviar hombres apo tólicos para
convertir
á
los gentiles. La prueba tan reciente como in–
contrastable la tenernos en san Francisco Xavier, de la
Compañía de Jesus;
y
la Francia vió en el siglo pasado,
y
ve aún en el presente el beato Juan Francisco Regi , de
la misma Compañía de Jesus, célebre por un número
prodigioso de milagros que obra Dios at'm todos los dias
por su intercesion.
El evangelio de la misa de este
d.iaes del capítulo diez
ocho de san Lucas, en el cual el S
alvador refiere una pa–
rábola de las ma instructivas, la cual por la contrapo icion
del fariseo oberbio, y del humilde publicano, nos hace una
verdadera pintura de la humildad cri tiana,
y
del vicio con–
trario,
y
nos enseña cuáles son sus respectivos efecros.