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DOMINGO DECIMO

la muerte por los judíos. Absalon ,

á

la cabeza de los

rebeldes , representa

á

los sacerdotes sublevando el pue–

blo contra el Salvador ; finalmente , la traicion de Ar–

quitofel, dicen los intérpretes , representa la de Judas.

Nótese que David en otra fortuna jamas estuvo sin cruz

y

sirr tribulacion, aunque siempre fue un hombre segun el

corazon de D ios,

y

siempre procuró cumplir fielmente con

sus obligaciones. ¡Qué no tuvo que sufrir de parte de Saul

contra toda justicia! Colocado sobre el trono , victorio–

so de todos sus enemigos, ¡qué no tuvo que sentir

y

que sufrir de parte de su propio hijo! Allá desterrado

de la corte , perseguido, errante por los desiertos : aquí

precisado

á

salir de su capital

y

huir

á

pie, por no verse

entregado

á

los insultos

y

á

la inhumanidad de un hijo

re belde. Asi templa Dios

y

mezcla de sinsabores las dul–

z uras de esta vida en sus escogidos. Los sostiene en las

humillaciones, á fin que una série no interrumpida de

prosperidades no corrompa su corazon ,

y

para que la

soberbia no los haga indignos de sus gracias. En esta vida

son necesarias las

adversidades~

lo úno para purificar el

alma en el fuego de las tribulaciones ,

y

lo ótro para

preservarla del contagio por medio de una humildad con–

tínu§l

y

perseverante.

La epístola de la misa de este dia se tornó de ' la

primera carta de san Pablo

á

los corintios, donde el san ...

to Apóstol explica

y

dice quiénes son los que tienen

el espíritu de Dios,

y

quiénes son los que no le tienen.

Lo que dió ocasion á san Pablo para escribirles lo que

les dice en esta carta , fue lo siguiente: en los primeros

dias de la Iglesia el Espíritu santo repartia liberalmente

sus dones de uaa manera sensible en la mayor parte de

los que se bautizaban. El don de lenguas era frecuente

en los recien convertidos : el de milagros no era mas

raro. Veíanse una infinidad de fieles que hablaban todo

género de lenguas ,

y

ótros

á

quienes el Espíritu santo

les dada ciencia infusa ,

y

la gracia de curar toda suer–

te de enfermedades. Pero como el hombre abusa tan fre–

cuentemente de los mas insignes dones de Dios\ muchos

no siempre hacian el uso que debian de estos dones es–

pirituales, abusando de su ministerios con notable des–

doro de la rel igion. E s verdad que la mayor parte los