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DE

ADVIENTO.

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res

,

ut fidelis qui.r inveniatur.

Mihi autem pre>- minimo est ut

41

vobis judicer, aut ab humani

die, sed neque me ipsum judi–

co. Nihil enim mihi conscius

sum: sed non in hoc justificatus

sum: qui autem judicat me, Do–

minus est. ltaque nolite ante

tempus judicare

,

quoadusque

veniat Dominus: qui et iltumi–

nabit abscondita tenebrarum, et

manifestabit consilia cordium

et tune taus erit unicuique

d

Deo.

aquí el que sean encontradcs fieles.

Á

mí, pues, me importa muy poco

el ser juzgado de vosotros en juicio

humano; pero

ni

aun á mí mismo

me juzgo ; porque no me acusa la

conciencia de cosa alguna: pero no

por esto estoy justificado; pues el

que me juzga es el Señor. Y así no

júzgueis ámes de tiempo; ámes. que

venga el Señor: el cual pondrá en

claro los escondrijos de las tinieblas:

y manifestará los secretos de los co–

razones, y entonces cada uno reci–

birá alabanzas de

Dios.

NOTA. ..,

u

La Iglesia ha elegido este pasage de la carta del

A

pós·

"tol , ora sea para ensefiar á 19s que ordenó ayer sábado

" de estas Témporas cuál es el ministerio que recibieron;

" y

con cuánta santidad deben exercer sus funcional; ora

,, sea para traer á la memoria á los fieles lo que dice san

" Pablo del juicio final;

á

fin

de juntar siempre la conside–

"racion de la segunda venida del Hijo de Dios con la de la

,,primera,

co~o

lo hizo el primer domingo

de

Adviento

" en

la ipisa

y

oficio."

REFLE X1ON E S.

Procuremos que los hombres nos miren como á ministros

de Jesucristo

y

dispensadores de los misterios de Dios;

unos títulos tan gloriosos hagan que los fieles se acuerden

siempre del respeto y sumision que deben tener

á

los que

Dios ha honrado con su sagrado minister io ; pero no ha–

gan jamas que éstos se olviden de la humildad y benignidad

con que deben servir

á

los

fieles~

para cuyo bien han si–

do honrados ·con tan alta dignidad. ¡Buen Dios , qué pu–

ras y fieles deben ser las manos que dispensan los sagra–

dos misterios ! ¡qué pu reza de

costumbres~

qué integri–

dad de vida , qué tesoro de ciencia y de sabiduría , qué

santidad no pide el augusto carácter de los que lo han re–

cibido! Se trata de manejar los intereses de

Dios

y

de los