![Show Menu](styles/mobile-menu.png)
![Page Background](./../common/page-substrates/page0355.jpg)
DE CUARESMA.
341
ne!.'
_nues t!a poca religion
c~ando
o_r
am.os,l~
obligan, por
decirlo as1,
á
que no nos oiga: la óracion pide un espíri–
t~
humilde
y
respetoso. ¿
Qui~n
faltó jamás al, respeto de–
bido al presentar un memorial al
rey~
¿que suplicante
olvidó las menores obligaciones que impone la urbanidad
y
la
cortesanía~
No hay quien no sea hombre de bien, cor–
tes
y
humilde cuando.suplica
á
los hombres; solo cuando
se ora
á
Dios parece hay derecho para dispensarse de es–
tas obligaciones esenciales. Esas posturas acomodadas
é
indecentes , ese tono vano, inmodesto
y
tan poco cristia–
ª?,
esa disipacion, esa
~istraccion,
ese disg.usto
y
esos 'té.–
d10s de que van acampanadas nuestras oraciones, ¿son ini
dicios de un corazon humilde,rcligioso, lleno de
Dlos~
Que–
remos que Dios nos oiga,
y
nosotros
~o
nos oimos
á
no~otros mismos: queremos que atienda
á
nuestras oraciones
y
nosotros no nos atendemos
á
nosotros mismos
cuand~
las hacemos. Honramós á Dios con los labios ; ¿pero qué
parte tiene el corazon en unas oraciones que solo se Te·
zan por
costumbre~
Se puede decir que se dice una ora–
cion, pero no que se hace. Esa precipitacion con que se
reza , esas posturas tan poco
de~entes
con que se rezan,
esas distracciones que no se impidén,
ó
que se procurar1
cuando se reza
y
se ora;
i
todo esto denota un gran res–
peto, un gran fondo de religion, una fe viva en el que
ora~
¿Se atrevería un hombre á pasearse
ó
á
sentarse al pedir
algun favor
á
un
príncipe~
¿se atreveria
á
suplic
á
un
igual con la indecencia con que se suplica á
Dios~
El Se–
ñor hacé poco aprecio de las alabanzas que se le dan,
y
de
las plegarias que se le hacen con un espíritu distraído.
Dios nada niega
á
una oracion perseverante ; quiere que se
le inste, que se le importune. ¿De dónde nace que nuestra
confianza es tan
débil~
Nace de nuestra fioxedad
y
tibieza
en su servicio. Le negamos todos los dias lo que nos pide;
y
así no
es
mucho que no tengamos una firme confian–
za; no es mucho que no nos persuadamos á que ha de con–
cedernos lo que le pedimos. Los que oran con respeto
y
atencion, pecan muchas veces ea el motivo. Hay pocos
que no sean interesados
y
demasiado naturales; y menos
que se conformen con la voluntád del que no nos quiere
conceder sino lo que es útil
á
nuestra salvacion,
y
para su
gloria. No
sabeis
lo que pedis,
~cia
el Hijo de Dios á la
Tom. I.
Y 3