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DE CUARESMA.

infelicidad

et~rna,

continúa el Salvador, el soberano Juez,

los separará á todos, á·los únos de lps ótros, al modo que

el pastor habiendo juntado su rebaño, pone las ovejas

á

un lado,

y

.los machos de cabrío

á

otro. Colocará los bue..

nos á su derecha; estos son á quienes llamará sus ovejas

á

c:;ausa de su i ocen_cia.

A

su iz.quiercl.a pondrá á los malos,

los que compara á los machos .de cabrLo,

anim~le~

sucios

y

lascivos,

á

causa .de la Cfürup<;:ion. d -su.s costumbres

y

de la suciedad de sus almas.

Cuenta, .pesa, separa,

decia

aquella sentencia muda que el impío Baltasar vió graba..

da en la pared de su palacio

al

tiempo mismo 9e sus mas

suntuosa disoluciones. He aquí la reforma,

y

como el com–

pendio del juicio fililal: .mientras dura esta vida, ignora–

mos el número de nuestros pecados, disminuimos el nú–

mero de nuestr pecados, confundimos nuestros pecados

con nuestras virtudes aparentes. En el tribunal de Dios,

á

los pies de aquel soberano

y

terrible Juez, nuestros peca–

dos serán puestos á la luz del medio¡:lia,

y

se verán con

toda claridad; al presente ignoramos su número :

Ent~ces,

entonces no habrá uno que se escape de aquel severo

examen, que será como la primera parte del juicio final.

Cuenta.

Ahora disminuimos el peso

y

la

gravedad de

nuestros pecados.

Entonces

dirá el Jl!ez :

Pesa,

y

advier–

te toda su enormidad

y

malicia. Ahora confundimos nues–

tros pecados con nuestras imaginarias virtudes, para cu–

brir los únos con las ótras,

y

de este modo aquietarnos.

Entonces

dirá el Juez:

Separa

lo que has te

J

mez–

clado hasta aquí; ya es tiempo que se quite 1: · áscara

á.

los pecados,

y

que se les despoje de aquellas exteriori–

dades artificiosas, de ,aquellas apariencias hipócritas. ºJob

nos representa á Dios como un, acreedor severo que nada

perdona:

Tú tienes cantados todos mis pasos ;

y

nosotros

deudores descuidados, insensatos

y.

de mala fe, de dia e11

dia aumentamos nuestras deµdas, sin que nos cueste la

menor inquietu4 el haberlas de satisfacer, midiendo la

extension infinita del .espíritu de Dios por

l~

.cortedad del

nuestro. Porque.nosotros ,perdemos la memoria de nues–

tros pecados, nos figuramos que Dios se olvida de éllos,

ó

que no los mirará sino como nosotros los miramos. Se

cree que el valle de. Josafat ha de ser, segun un pasa–

ge de

J

oel, el teatro de esta terrible escena:

Congrega-

T

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