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PRIMER DOMINGO
loables están sin mérito para el cielo ; con élla las accio–
nes mas obscuras y mas viles en la apariencia son preciosas.
La gracia es aquella divina semilla, que tiene la virtud de
producir el cien doblado para la bienaventurada eternidad;
es aquella agua viva que salta hasta la vida eterna. La gra·
cia es propiamente aquel talento que se da
á
todos; pues
sin élla no se puede hacer bien alguno, aunque se da mas
ó
menos liperalmente, segun la sabiduría y la economía
adorable de la divina Providencia: ora se · reciban pocos,
ora muchos, la obllgacion indispensable de hacerla pro–
ducir es en todos la misma. El criado bueno y fiel que no
ha hecho producir sino los dos talentos que babia reci–
bido, es tan alabado, y
á
proporcion tan recompen–
sado como el que babia hecho producir los cin_co,
y
aun
los diez. Mas la cárcel de las tinieblas
~s
el destino del
criado infiel, que habiendo recibido uno le enterró ,
y
le hizo infructuoso por su culpa. rQué pérdida, buen Dios,
mas de temer,
y
de mayor consecuencia, que la de la me–
no-- gracia! ¡Cuántas almas serán reprobadas por haber re–
cibido en vano este precioso don! La falta de fidelidad
y
de correspondencia
á
una santa inspiracion, á un piadoso
movimiento interior,
á
una gracia pasagera, no condena
precisamente por sí misma, pues no siempre es un peca–
do grave ; mas un dia se verá que aquella pequeña pavesa
era quien debía encender en el corazon aquel fuego di–
vino de que hubier,a sido abrasado: se verá que aquella
lu·
cecita
·. apagamos, debia ser seguida... de un gran' res-
plandor
''¡ue nos hemos privado : se verá que aquella
gota de agua que se hizo secar, debia ser en el designio de
la Providencia un manantial inagotable , solo capaz de
apagarnos la sed, y la cual
d~bia
saltar hasta la vida eter–
na: aquella gracia de que no se hizo caso era como el
primer anillo , que junto con los ótros debía formar aque–
lla serie
y
cadena de toda ,economía de nuestra salv21-
cion. Se dexó caer, por decirlo así, este primer anillo,
y
con él cayó toda la cadena. ¡Qué desgracia hubiera sido
la de la Samaritana, si no hubiese ido á sacar el agua cuan·
do el Salvador estaba sentado sobre el' brocal del pozo !
.¡qué desgracia la de los reyes Magos, si en el instante en
que vieron la estrella, hubiesen hecho como tantos órros,
los cuales habiendo advertido este nuevo fenómeno, no se