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DESPUES DE CENIZA.

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do prevenir todo lo que podria hacer infructuoso é inútil

el ayuno de la Cuaresma, nos trae á la memoria en el

evangelio de hoy el mandamiento que nos impone Dios

de .amar á nuestros

~nemigos,

y

perdonar de lo

íntimo

del· corazon todas las injurias;

y

procurando siempre ins–

pirarnos horror á la hipocresía, nos enseña con qué es pí–

ritu y con qué disposicion debemos cumplir con todas las

obligaciones de la caridad.

Vosotros habeis oido, decía Jesucristo

á

sus discípu–

los y

á

todo el pueblo, que se dixo: Amarás

á

aquel con

quien tienes alguna relacion ó amistad, y aborrecerás

á

tu enemigo. (Estas últimas palabras no se encuentran en

la ley antigua, á lo menos en términos formales: por eso

algunos intérpretes quieren que fuesen una glosa de los

escribas y

farise~;

y así el Salvador no refiere esta má–

xima cómo un artículo de la ley· , sino como una tradi–

cion popular). Tal vez me direis, dice el Salvador, lo que

habeis oido decir frecuentemente, que la ley manda am1r

al próximo; pero que está permitido aborrecer

á

su ene–

migo. La ley prohibe tener comercio con los pueblos ve–

cinos que son idólatras

y

enemigos del verdadero Dios, y

aun ordena que sean tratados como si se les aborreciera:

quiere que sean extremidades, pero no quiere que en el

corazon haya enemistades eontra éllos; antes manda lo

contrario, pues prohibe expresamente

á

los hebreos el ven–

garse y acordarse de las injurias:

Non

qwere¡s~••'

Pero no creais los que me ois que os habei

0

·

tar con esto.

;,

'

El precepto que yo os intimo , y la ley que os im–

pongo, es que debeis amar á vuest ros enemigos, desear

todo bien

á

los que

os

quieren mal, hablar bien de los

que os quieren mal, hablar bien de los que os infaman,

hacer bien á los que os ·hacen mal, orar por los que os

persiguen:

Ego autem dico vobis: Dilligite inimicos vestros:

Yo soy quien impongo esta nueva ley:

Ego,

yo soy quien

os

lo mainda. Obrando de esta suerte , seguiréis el exem–

plo de vuestro Padre que está en el cielo,

y

mereceréis

que

os

reconozca por sus hijos legítimos. Este amable Pa–

dre hace todos los días nacer su sol sobre los buenos

y

so –

bre los malos,

y

la lluvia que envía del cielo, cae igual–

mente sobre las tierras de los que le sirven,

y

sobre las

Tom. l.

Q