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DESPUES DE PENTECOSTES.

38r

midades por medio de la penitencia; debian haber reco ·

nacido al Mesías. La hora de la muerte es un tiempo poco

a

propósito para convertirse el que no lo

ha

hecho án–

tes.

Erit tune tribulátio magna, qualis non fuit ab inftio:

será tan grande

y

tan espantosa la desolacion, que no

la ha habido semejante desde el principio del mundo, ni la

habrá jamas igual. Esta prediccion se verificó plenamen-,

te ' así por la guerra que los judíos se hiciéron

a

sí mis–

mos con sus divisiones domésticas, como por las perse–

cuciones que

p~deciéron

de parte de todos sus vecinos,

y por los males que les hiciéron los romanos durante aque–

lla última guerra. Josefo cuenta hasta un millon

y

cien

mil muertos,.

y

noventa

y

siete mil prisioneros. Confiesa

él mismo , que los delitos de los sediciosos que se habian

apoder-aJ

'

~ ~olo'

llegáron

a

tal exceso' que si los

romanos no hubieran

:-r10

a

exterminar una raza can cor–

rompida

y

tan impía, la

..!~rra

se hubiera abierto para

tn1gárselos,

u

Dios hubiera en\ :

0

rn nuevo diluvio para

anegar,

o

fuego del cielo para reducir

ci

cenizas una ciu–

dad tan criminal. La desolacion que precederá al fin del

mundo, en nada cederá

a

la que precedió

a

la total rui–

na de Jerusalen :

Et

nisi breviáti fufssent dies

i/li,

non

fíeret

salva 011mis caro.

Si

el

número de aqudlos dias no

se

hubiera disminuido, no habría persona que se salvara;

,pero este número se disminuirá en atencion

a

los esco–

gidos. En efecto, si el sitio de Jerusalen hubiese durado

mas tiempo, no

hubier~

quedado un solo judío en toda

la ciudad; pero Dios abrevió

el

número de estos dias de

tribulacion en favor de los judíos que habían abrazado el

evangelio, todos los quales

hubiera~

perecido en las rui–

nas de aquella desventurada ciudad. Segun . algunos intér–

pretes estorbó el Señor la entera destruccion de toda la

nacion judáica' en atencion tambien

a

los cristfaaos de

los siglos siguientes. Queria Dios que aquellas infelices re–

liquia desp reciadas, dispersas, ciegas subsistiesen, para

verificar en todos los siglos las profecías,

y

para que sir–

viesen

a

todos los pueblos de monumento eterno de la

verdad de todo lo que Je ucristo les babia predicho Todo

qu.rnto sucedi ' de terrible en la destruccion de Jeru a–

len , no es

ino una fi gura , por decirlo así, de lo que ha

d

suceder de funesto

y

espantoso

a

la fin del mundo.

Alli