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DESPUES DE PENTECOSTES.

347

debeis dar

el

quien es vuestro Criador, vuestro supremo Se·

ñor, vue tro Padre :

R éddite ergo quce sunt Ccesaris, Cce–

sari.;

&

quce sunt Dei, Deo.

Palabras mi teriosas , que son

una gran leccion así

para

lo

faris os , como

para

los

he–

rodiano<l:

a

aquellos les

da

a

entender por la imágen

e

in

cripcion del César que llevaba la moneda que le presen–

taban , que hacian muy mal en Uspnjearse que eran libres,

pues la moneda

q

e corria en

eL

pais , declaraba bastan–

te que eran súbditos

y

tribu tarios, diciendo al mismo tiem·

po

a

é

tos , que la obligacion que tenían

de pagar

los

tri–

bu tos al príncipe no los dispensaba de dar

a

n ·os lo que

le debian como

a

su soberanos ñor.

Al César le debeis un tributo de dinero'

y

I

a

Dios

un

tributo "

e

adc ·acion, de amor, de

re

peto, de sumis·on

y

de al

banza. Dios o manda que pagueis al prínci pe el

tri buto que le debei i;;

.;

i pero estais

a a, o

ménos obligados

a

pa_

arl

a

Dios

1

tributo que os impone la re ligion , de

am

rle de todo corazon, de gua rdar su. mandamientos

con fi delidad , de ervirle con fervor,

y

de

creer

a

~ u

pa–

labra

~

i

Cum lis con e ta dos obligad nes

?

Los prín–

cipe

ti nen de: ·echos qu Dºos les ha adjudicado: Dios

ti n' der chos que se ha reservado,

y

ue

son innegables:

la verdadera piedad sabe unir los unos

y

los otros ; siendo

cierto que los príncipes no tienen súbditos mas fieles

y

mas

o

edi ntes que aquellos

a

quienes una piedad sincera hace

fieles

y

obedientes

a

Dios. Añade el evangelio, que Jos

fa–

ris

os

y

los herodianos , admirándose

de

esta

sabia

resp es·

ta , le dexáron

y

s

retirá ron :

Et audiéntes miráti sunt:

&

r

lli

to eo, abiérunt.

¡Vana admiracion, que no produ–

xo nada n

el

corazon de aquellos mal ados

!

Esto mis–

mo sucede aún todos

los dias

a

muchos cristianos. Se

admiran -de lo que leen

en

un libro: quedan encantados

de

oir

a

un

predicador, alaban

a

los Santos , tienen en

grande aprecio la máximas del evangelio ,

y

en esto se

encierra todo. iSon de pues

de

esto mas virtuosos, mas

re–

ligio o , mas

devotos~

El

espíritu, digámoslo así , paga el

tr"buto; pero

el

corazon se queda en sus extravíos

y

en sy

rebelion.

El

espíritu

es cristiano; pero

el

coraz0n

es pagano.

La