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DOMINGO
VEINTE
su estado, como lo ha·ce mas adelante en este mismo ca–
pítulo, les da aquí una leccio.n general, que puede con–
tribuir
mucho
a
hacer
mas f<\dl estai
puntualidad , in.spi–
rándoles esta
sub0rdin~cion
tan necesaria en todas las con–
diciones. Quiere que por. temor ·de Jesucristo guarden es–
ta subordinacion indispensable: ningun motivo
mas
po–
deroso para obligar
a
ella
a
todos los fieles: quando se
ama
a
alguno, se teme
des~grad a rle;
y
este temor salu–
dable es el que el apóstol. eµcargq
a
todos los c:ristianos.
La
historia
de la
cm;acjou
de.l hijo de
un sefioF
de la
corte de Herodes Antípas, ·tetrarca de Galilea; esto es,
príncipe que mandaba en ella con una' autoridad sobera–
na,
y a
quien se qa tambien el nombre
de
rey, como se
dixo en otra pa rte; esta historia, vuelvo
a
decir' 'lace
el
asunto del evangelio de la misá· de este d1a.
Habiendo vuelto el Salvador
a
Galilea, al salir de
Sa–
n1a ria,
fué
por la segunda :vez
a
Caná, donde habia he–
cho su primer milagro, convirtiendo el agua en vino. Un
hombre
de
calidad de los
mas
principales de la corte del
rey
H~rodes,
y
que,
~i.via
en .Cafarnaun, donde quizá te–
nia algun empleo, not icioso de que Jesus estaba en Caná,
no léjos
d~
aquella ciudad,
vino
a
buscarle,
y
le rogó
con muchas instancias tuviese
a
bien tomarse
el
trabajo
de ir
a
su casa
a
curar
a
un hijo suyo que estaba peli–
grosamente enfermo,
y
se estaba muriendo. El Salvador,
qu~ .
mas bien queria curar
l~s
enfermedades del alma que
las del cuerpo, no quiso .sanar al hijo hasta haber cura–
do
al
pad re de su . poca fe. Creía ven;laderamente este
~F)gnate
que Jesm;;risto podia
curar
a
su hijo; porque
si
no hubiera creído , no hubiera venido de tan léjos
a
pe–
dirle que le curase milagrosamente; pero su fe era una
fe
imperfec~a,
pues creía que el Salvador necesitaba ir al
parage donde estaba el enfermo para cu rarle. Esta fe
va–
ci lanre ,
esta medio fe, tan comun entónce
s en casi todos
aquellos que admiraban .
y
seguian
a
Jesuc
ris.to' obligó
a
este d ivino Salvador
a
hacerles
a
tojos una ligera recon–
vencion :
i
por ventura, les dixo, será siempre necesario
hacer
prodigios
para que c reais?
i
Y si no veis
milagros,
no
ha
beis de creer
?
¡Cosa ext raña! Encuentro docilidad
.y .
fe en el espíri tu
y
en el corazon de los extrangeros,
ea
Tiro
,
en Sidon, en Samaria, sin que sean menester pro-
di-