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. DOMINGO DIEZ Y SEIS
milagros , todo irritaba aguella mo tal envidia que ha–
bían concebido con tra
él.
Como ha ta entónces no ha–
bian na liado pr texto mas especioso para calumniarle, que
el que no guardaba tan sc rupul osamente como
a
ellos les
psre ~ ia
el sába o, porque curaba hasta en e te dia
a
los
enfe mos , se sirviéron de e te pretexto en un
on ite
a
que habia sido convidado
n ábado por uno
e los mas
consid
~ ra bl
d
la secta. Encontró
allí
ca
i
t2ntos contra–
rios
y
ce sores , quanros eran los convidados. Iban todos
a porfia
sobre
quién
espiada mas bien sus acciones·:
no ba–
bia quien no observase con la may or malignid d todas sus
palabras
y
discursos para tener que decir contra él; todo
quanto decia , todo quan to hacia, lo interpretaban mali–
ciosamen te aquellos espírit us negros, sin pe ·onar
ti.
aun
·a
las obras de cá
risfa _
mas maravi 'losas
y
m~·
s
loables:
E~
ipsi
observábant
eurn.
"Apénas se pusiéron
a
comer, quaodo llegó un hidró–
pico,
y
se -puso
delante del Salvador. Es probable que
fué
convenio ent re e11os el que aquel enfermo se presentase al
principio de la comii
l .
El Salvador no podia ignorar u
deprn vada io ten'"lon
~
vda
con
demasiada
claridad el
veneno que estaba oculto en us almas; ' pero como
siem–
p re 0braba cog tanta prudencia
y
suavidad, ánr
' S
de cu–
rar al enfermo, qui. o
o
corregi r la iniquidad ,
ó
confundir
la malicia de
u
"llos
pérfidos ;. anticipó eles,
pue, ·,
y
les.
preguntó si era lícito
cu ra1
a
los enfermos en ábado,
si
licet sábbato curáre?
Esta pre"un ta tan im pen ada
los
·sobrecogió, porque si respond ·an
9ue
no era lícito, pre–
vef'a n muy bi'en que los
rechaziria
v
ivamente
y
los haria
ridí uios, como lo babia hecpo con el.os mas de una vez•.
Confesar que era permitido, era aprobar públicamente l.o
que
llos tenfan intencion de censurar. No sabiendo , pues,
que respon er t
omáron el partido de callar.
Entóaces
Je–
sucrL
to, que ánt
s.dehacer nada se habia pr v nido
pruden–
temente contra la calumnia ,
y
les babia hecho ver que
no se babia olvidado de la solemnidad del dia, tomó de la
mano al enfermo, le curó,
y
le de.
id
ió
con admiradon
de todos quantO"S babian sido
tes t i ~os
d 1 rnildgro. Nin–
guno de los fari seos
Se atrevió
a
decir pa abra
i
p t' fO
CO–
mo
ll
silen .io no era t>fecto de un verdadero arrepenti–
miento , siflo
de una
vergüenza maligna, cr
yó
que debia
o ur-