DOM NGO QUINCE
hombre de bien un j usto moti vo de temer; pero
la
vista
del cruci fixo infu nde una inde ib1e segur .dad en una al–
ma pura: las oraciones de Ja Igl sía., la ayuda de los San–
tos, especialmente de la Reyna de los Sant s, la presen–
cia de J esuc risto, tod
e to les in ·pira
a
los justos en aquel
último momento una
ci
rta confi
nza en
la misericord ia
de Dios , que no son capaces d
ent ibiar
ni
la tentacion,
ni la turbacion en que
pu
de halla rse, ni el horror natural
que se tiene
a
la muerte.
¡
Buen Dios, qué di erencia entre la muerte cle los jus–
tos
y
la de
los impíos!
La
eleccion de
una
u
de
otra
se
h ace durante la
vida.
¡Cosa ex traña!
E~timamos
tanto
a
los Santos, los ala–
bamos tanto:
i
Quando seguirémos sus
e~mplos
?.Dios
mfo,
i
me contentaré yo con estimarlos
y
venerarlos,
sin
a plicar!Ile jamas
a
imitar su
conduc t a~
¿Hubieran sido tan
· fel ices ellos mismos,
se
hubieran hecho santos si hubieran
vivido como yo
vi vo~
.
No permitais , Señor , que
estas
reflexiones me sean
un
nuevo motivo de pesar en aquella última hora ;
y
que
miéntra~
yo ruego por aquellas almas que por ligeras cul–
pas padecen las mas horribles penas, descuide de aquella ·
saludable peni tencia , que .aunque
ligera~
puede por
vues,.
tra misericordia
librarme
de tan crueles
tormentos.
JACULATORIAS.
Beáti.mórtui, qui in Dómino
morizmtur.
Apoc. 14.
Bienaventurados los
muertos que mueren en
el Sefíor.
M oridt ur ánima mea marte justorum ,
&
fiant novfssima
mea horum simília.
Num.
23.
·
Tenga yo la dicha
de
morir con la muerte de l os
justos,
y
sea mi fin semejante al de ellos.
P R O P O S I TO S.
r
Examina
cómo has
cum~lido
hasta aquí lo que les
debes
a
las a lmas del purgatorio. Tienes ent re ellos ami·
gos , parientes;
y
todos los fi eles que están allí encerrados
son tus hermanos;
i
que has hecho,..para
aliviarlos~
No
te faltan medios: aquel padre que te
c~ió
.con
tanto
cuida-
do,