DESPUES DE PENTECOSTES.
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rado con sesenta tablas de cedro , forradas
ó
cubiertas de
plata.
El
arca estaba colocada en medio ·del tabernáculo
en el ora torio secreto:
estaba
dorada por dentro
y
por
fuera:
la
plancha de encima, que la servia de cubierta,
se
llamaba el
propiciatorio,
porque aplacaba la indignacion
de Dio . Estaba rodeada de m chos velos, tendidos,
y
.. tirados de corchetes
y
hebillas de oro.
Este
tabe1 náculo
se
llama en la Escritura el
tabernáculo del S eñor,
ó
por
an–
tonomasia el
tabernáculo.
David
us'pira por
este
Jugar
santo, -adonde iba
a
derramar su corazon delante de1Dios;
así nosotros en nuest r'o destierro debemos, durante esta vi–
da, suspirar por los tabernáculos eternos; es decir, por.
la estancia de los bienaventurados en el cielo, que es
nue
L
a ama
patria. Busquemos nuestro reposo, nuestra
felicidad, como,
y
quanto queramos; durante esta vida,
en ninguna parte la encontrarémos.
La
~ierra,
maldita por
el Señor, no puede llevar sino espi rras. El mismo trono,
por
mas brillante,
rico
y
elevado que
sea,
no puede hacer
a
un hombre feliz.
La
fortuna mas floreciente, la mas
lar–
ga
prosperidad, la gl oria
mas
brillante pueden deslum–
brar; pero nada es capaz de satisfacernos plenamente. Ha
mas
de seis mil años que los hombres trabajan en hacer–
se felices,
y
ninguno ha podido encontrar todav ía una
quietud llena
y
perfecta, que ha
y
a fixado todos
s~J s
deseos.¡
siempre
queda un
vacío infinito, que todos los objetos
criados no pueden llenar: el hombre no ha sido hecho pa·
ra
ellos. Es necesario que
se
eleve basta Dios;
y
desde
~l
momento que toma este partido,
halla
una
paz
y una dul–
zura q ie no ha encontrado en ninguna otra parte; señal
evidente de que Dios es el fin
y
el centro de su desean o.
Dem
s
que sea el valído mas estimado
y
ma honrado del
mayor monarca del mundo: que halles en su serv icio todas
las dulzura
y
ventajas que el mundo puede darte; todo
esto no e sino una felicidad quimérica , una dicha 1magi–
naria: un solo día en el átrio del
tabernáculo,
un so io dia
pasado en el servicio de Dio , hace gustar mas verdade–
ras
dulzuras, causa mas bienes ,
y
hace
ncont rar una
tranqui lict · d, una
ti
licidad mas real, que cien año pasados
en el er ici
y
al lado del mayor príncip
dd
universo:
Mi"lior est di s una in átriis t uis sup r
mfllia.
L
epístoila que se leía
ya
en la mi a aun ántes del
si-