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208

D01\1INGO CATORCE

sig

1

o de Carla Magno,

es

una admirable regla de conducta,

no

~010

para

los

gá lat 3S

~

a

quienes escribe San Pablo,

sino tambien

paiia todos

los fieles. Los exhorta el santo·

apóstol a que vivan como . nombres

espirituales ,

segun .

las luces y

la

conducra

del

Espíritu santo , y

no

segun

los de. eos de la carne, que nuHca se cumplen sin dar-

le la muer te al alma.

'

Spíritu

ambuldte,

&

deJidéria carnis non perficietis.

i

Quert>is

no cumplir los

deseos

de la carne

~

!'es dice:

caminad segun

el

espíritu ;

es

decir , seguíd ias

impre–

·siones

y

los piadosos movimientos de

la gracid.

La

con–

.cupiscencia es aquel apttito desordenado

que ha quecta–

do

en el

hombre

despues

del

pecado

y

por el pecádo.

Todos

nacemos

con este enemigo domé t'tto. Po

·mo~,

enflaquecerle

con

la ·ayuda de la gr.aci.a; pevo

flº

des–

truirle de todo punto.

Es necesario que estemos coati–

nuamente con las

2rmas

en Ja mano para pelear concra

él :

debemos

estar alerta

a

todas horas contra

sus artifi–

cios: es necesario velar dia

y

noche

contra

sus

embosca–

das

y

sorpresas :

es un peso que arrastra , es una sirena

que

encanta, es una raiz de pec{ldo. El medio de

dete–

ner este corriente, de resistir

a

sus

encantos,

de estorbar

que esta raiz envenenada ·no produzca algun arbusto, di–

ce

el

apóstol,

es

caminar

segun

el

espíritu

de

Jesucrísto,

es vivir segun las máx1mas

del

evangelio,

es

mortificar

todas

'las pasiones, las

quales se pueden llamar las hijas

de

la

concupiscencia.

Caro enim concupfscit advérsus spíri–

turn, spíritus autem

advérsus carnem

;

porque

la

carne

tiene

unos aeseos que son contra el

espíritu,

y

el espíritu de–

sea lo que

es

contra la carne ;

y

así se hacen la guerra

el uno

al

otro,

sin que

entre estos dos enemigos haya

j~mas paz, ni aun siquiera treguas. La carne

y

el espíritu

sig·nifican aquí los dos principios de todas nuestras accio–

nes morales. La

carne,

ó

la concupiscencia, dice Teodo–

reto,

es

el principio de

la~

acciones malas: el espírim,

ó

el movimiento de

la gracia

es

el

principio

de

nuestras

buenas obras: estos dos

principios

son demasiado c,ontra–

Tios para que ·estén jamas de acuerdo.

De

aquí nace

aque–

lla

inclinacion natural al

mal que la conciencia condena:

de aquí

aquel

pensamiento,

y aun deseo de hacer el

bien

que la concupiscencia

impide

que se haga :'1e aquí

aque-

lla