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DESPUES DE PENTECOSTES.

lla

ley

que advertimos en nuestros sentidos

y

en nuf' s–

tros. miembros ,

y

de que habla el apóstol , la qual se

opone sin cesar

a

la ley del espíritu. La grada ilumina,

solicita,

e

insta para que se haga el bien: Ja concupis–

cencia grita todavía mas alto que la voz de la ·gracia,

y

emplea los sentidos, las pasiones, el amor propio;

y

to–

do lo pone por obra para apaga r esta luz,

y

hacer

in–

eficaz

e

inútil la voluntad de hacer el bien. Es verdad

que .nuestra libertad queda siempre .

er1te11a

·a

pesar de las

poderosas instancias de la gracia,

y

de la rebelion de la

'

concupiscencia ; ipero hacemos siempre buen uso de esta

libertad~

E n esta guerra continua entre el espíritu

y

la

carne,

i

queda siempre

la

victoria

de

parte

del

espíritu~

i

No amos ·

as de acuerdQ coa el ·enemigo de nuestra

safvacion , afrQgando norntros mismos los piadosos mo–

vimientos de la gracia? La carne, dice el apóstol, desea

lo

que es contra

t1

espíritu; demasiado

lo

experimenta·

~os

:

y

el espíritu desea lo que es contra la carne; bas–

tante nos

lo da

a

conocer nuestra conciencia. Así

se

ha–

cen la guerra el uno al otro·; añade el apóstol ; de mo–

no ,

que no haceis todo lo que quisiérais hacer ; es de–

cir, que la propeasion al mal, junta con la rebelion de

las

pasiones' nos lleva

muy

freqüentemente

a

resistir

a

fas luces de la tazon'

y a

los movimientos de la gra–

ci a ; de · suerte, que conociendo el bien,

y

aun querién–

dole, pero con una voluntad floxa

y

débil , nos rendimos

ª'

la propension natural que tenemos al mal; pero siem–

pre libremente,

y

por consiguieqte por nuestra sola cul–

pa.

ro hago et mal que n_o

quiero,

~ice

el

apóstol, escri–

biendo

a

los romanos. Por e] mal que hace el hombre

sin querer

y

contra su voluntad, entiende San Agustin la

rebelion de la concupiscencia,

y

los malos deseos involun–

tario·;·

y

por el bien .que querria hacer

y

no hace, aque–

lla prontitud

y

perfeccion en ·el cumplimiento de·

fa

ley

de Dios,

a

que se opone el tumulto de las pasiones. Las

almas mas santas

y

mas fervorosas no están exentas de

·esta contrariedad de deseos: Esto es lo que hace decir al

mismo apóstol, que es una cosa

muy

sensible

y

doloro-

sa el estar sujetos

y

preciQados

a

esta coatüma guerra•

.Quis me tiberábit de córpore mortis

hujus~

i

Quien me

Ji.

brará de este cuerpo de

muerte~

Es decir-, de esta su-

Tom.

V.

O

je-