DESPUES DE PEN.TECOSTES.
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le babia
obligado
a
hacer aquella
pregunta;
y
a·sí repli–
có: Maestro,
i
quien es mi
próximo~
E'te letrado, del número de aquéllos soberbios
escri·
bas poco versados en la
ley,
y
que no
obstante preten–
dian entenderla mejor que los demas, jamas babia com–
prehendido la obligacion ·del precepto de la caridad que
~e
debe al próximo. Encaprichado., como todos los otros,
en
sus
supersticiosas
y
falsas tradiciones , estaba tan
lle–
.no
del
espíritu
del
judaismo ,
y
tan
$Upersticiosamente
adicto
a
la
id~a
de su nacion ' que no reconocia por su
próx:imo a .ninguno que no fuese
judío,
mirando con una
suma aversion
i
todos los demas pueblos, especialmente
al
de Samari,a.
El
ódio era recíproco entre esas dos
na–
cil;/CJt:S,
y
o
que muestra mas bien hasta dónde llegaba
··
la
ceguedad de aquellos pretendidos doctores, es que con
el pretexto de observar la ley fomentaban el ódio que los
jodíos tenian
a
todos los otros pueblos, como si D ios, que ·
es el Padre
comuffde todos Jos hombres, les hubiese pro–
hibido hacer
con
los extrangeros
aqu
llos oficios que pi–
d .
la caridad'
y
amarlos
a
todos como
a
sus hermanos.
En este error estaba aquel pueblo , enea prichado en sus
falsas trad iciones: en
él
estaba tambien el soberbio. letra–
do
de nuestro evangelio ;
el
qual no habiéndose dirigido
a
J esucristo para aprender la verdad, sino para probar–
le,
y
para tener- que decir (:Ontra su doctrina, viéndose
confundido,
no
se atrevió
a
continuar en hacerle nuevas
preguntas; contt:ntándose con preguntarle
i
quien era · el
próximo
a
quk n debía amar como
a
sí
mismo~
De aqui
tomó
el
Salvador ocasion de darnos
una
idea cabal de la
palabra próximo, por medio de una parábola, que ins–
truyó
a
aquel ignorante letrado,
y
le tapó la boca. Hizo
de propósito entrar en esta parábola
a
un
samaritano para
enseñarles
a
los judíos que baxo el nombre de próximo
debian comprehender
a
todos los extrangeros'
a
todos sus
cnemjgos; sin exceptuar
a.
los samar-itanos ,
a
quienes abor–
recian
mortalmente~
y con quienes .habia largo tiempo no
tenían ningun trato
ni
comercio.
·
-
Un
hombre, dixo
el
Salvador,
que
iba
de Jerusalen
i
Jericó, cayo en manos
de
ladrones, los quales no con–
tentos con robarle el dinero, le despojáron ,
y
le diéron
tantas heridas,
que le dexáron
medio muerto.
Sucedió
cá-
Tom.
J?.
M
sual-