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DESPUES DE PEN.TECOSTES.

177

le babia

obligado

a

hacer aquella

pregunta;

y

a·sí repli–

có: Maestro,

i

quien es mi

próximo~

E'te letrado, del número de aquéllos soberbios

escri·

bas poco versados en la

ley,

y

que no

obstante preten–

dian entenderla mejor que los demas, jamas babia com–

prehendido la obligacion ·del precepto de la caridad que

~e

debe al próximo. Encaprichado., como todos los otros,

en

sus

supersticiosas

y

falsas tradiciones , estaba tan

lle–

.no

del

espíritu

del

judaismo ,

y

tan

$Upersticiosamente

adicto

a

la

id~a

de su nacion ' que no reconocia por su

próx:imo a .ninguno que no fuese

judío,

mirando con una

suma aversion

i

todos los demas pueblos, especialmente

al

de Samari,a.

El

ódio era recíproco entre esas dos

na–

cil;/CJt:S,

y

o

que muestra mas bien hasta dónde llegaba

··

la

ceguedad de aquellos pretendidos doctores, es que con

el pretexto de observar la ley fomentaban el ódio que los

jodíos tenian

a

todos los otros pueblos, como si D ios, que ·

es el Padre

comuffde todos Jos hombres, les hubiese pro–

hibido hacer

con

los extrangeros

aqu

llos oficios que pi–

d .

la caridad'

y

amarlos

a

todos como

a

sus hermanos.

En este error estaba aquel pueblo , enea prichado en sus

falsas trad iciones: en

él

estaba tambien el soberbio. letra–

do

de nuestro evangelio ;

el

qual no habiéndose dirigido

a

J esucristo para aprender la verdad, sino para probar–

le,

y

para tener- que decir (:Ontra su doctrina, viéndose

confundido,

no

se atrevió

a

continuar en hacerle nuevas

preguntas; contt:ntándose con preguntarle

i

quien era · el

próximo

a

quk n debía amar como

a

mismo~

De aqui

tomó

el

Salvador ocasion de darnos

una

idea cabal de la

palabra próximo, por medio de una parábola, que ins–

truyó

a

aquel ignorante letrado,

y

le tapó la boca. Hizo

de propósito entrar en esta parábola

a

un

samaritano para

enseñarles

a

los judíos que baxo el nombre de próximo

debian comprehender

a

todos los extrangeros'

a

todos sus

cnemjgos; sin exceptuar

a.

los samar-itanos ,

a

quienes abor–

recian

mortalmente~

y con quienes .habia largo tiempo no

tenían ningun trato

ni

comercio.

·

-

Un

hombre, dixo

el

Salvador,

que

iba

de Jerusalen

i

Jericó, cayo en manos

de

ladrones, los quales no con–

tentos con robarle el dinero, le despojáron ,

y

le diéron

tantas heridas,

que le dexáron

medio muerto.

Sucedió

cá-

Tom.

J?.

M

sual-