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DOI\!1lNGO DOCE

· _ El

evangelio

de la misa de este día se

tomó

del ca–

pítulo .décimo de San Lúcas, en que el Salvador da tan

importantes lecciones

a

todo el pueblo' y en particular

a

sus disc-ípulos. Dichosos los oj©S que ven lo que voso–

tros veis, les decía: creedme; muchos profetas

y

reyes

deseáron ardientemente verme como vo otros me veis,

conversar conmigo, y oirme como vosotros lo haceis,

y

no les

fué

concedido este favor. ¡Que de gracia la de aque–

llos que no se han de aprovechar de la ventaja que -tie–

nen en poseerme! Estando en esto, se levantó un doctor

de

Ja

ley, lleno de estimacion de

su

suficiencia;

y

cre–

yendo que iba

a

poner

i

Jesucristo una dificultad indi–

soluble, le dixo: Maestro; ique se debe ha

ar

oseer

la vida eterna ? La pregunta era capciosa; pues decia den–

tro de sí mismo: si dice que es menester observar la ley

y las ceremonias legales, es inútil venir

a

anunciarnos el

reyno de Dios como una cosa nueva. Si responde que no

se debe observar la ley, será convencido de prevarica–

dor,

y

mirado ·como un falso profeta. Pero el Salvador,

a

quien nada se le escondia, confundió con su respuesta

- la málicia de aquel pretendido doctor, haciéndole ver que

que no le faltaba el conocimiento para

s~ber

lo que de–

bia hacer , sino la voluntad para hacer lo que debia.

i

Ig–

noras lo que está escrito en la

ley~

le respondió

el

Sal–

vador.

i

Que es lo que lees en ella?

.Quómodo

legis~

Ama–

rás al Señor tu Dios , respondió el letrado ,

de

todo tu

cqrazon ., de toda tu alma , con todas tus fuerzas ,

y

con

todo tu e píritu;

y a

tu próximo como

a

ti

mismo. Be–

llamente, has respond ido, le dixo el Salvador:

Recte res–

pondísti.

Haz esto que acabas de decir, y · vivirás:

Hoc

fac,

&

vives.

Guarda bien estos dos principales manda–

mientos: ama

a

tu Dios sin reserva ni division: ama

a

tu

próximo como te amas

a

ti mismo ,

y

conseguirás aque–

lla vida bienaventurada que no tendrá fin.

Lleno el letrado de la buena opinion que se tenia de

él,

y

temiendo no se sospechase el malicioso motivo que

habia tenido en preguntar al Señor una cosa que no ig–

noraba , como par.ece por su- respuesta, quiso desvane–

cer qualquiera sospecha que se pudiera haber tenido de

su mala fe , haciendo ver que aunque no ignoraba lo que

estaba escrito en la ley ; pero que tenia una dificultad que

el