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.

DESPUES DE

PENTECOSTES.

1 7 1

,¡-

Jesucris to, que da

a

sus m inistros todos los talentos ne–

cesarios

·y

p ro pios para sus funciones, da sobradamente

a

conocer la infin ita caridad que este divino Sa lv1dor tiene

a

todos los hombres' cuya sal vacion es el objeto de sus

cont inuos desvelos; comparándose él mismo

a

aquel cari–

tativo sama ritano, que no quiere le falíe nada al enfermo,

que provee

a

todas sus neces-idades'

y

encarga al posa–

dero que cuide de

él-.,

como el Salvador encarga

a

sus

ministros que cuide n de la salvacion de nuestr as aimas. El

intróito .de la misa es muy propio de semejan te epístola

y

evangelio. Es una oracion a fectuosa

y

llena de con fia nza

que hace David

a

Dios en medio de los riesgos

y

peligros

a

que se. ve r <lucido,

y

en que implora su caridad

y

mi–

seri

ora

a.

eus. in adjutórium

1neum

int énde

:

Dórnine ad

adjuvándum

rne festfna.

Dios mio, ded icáos

a

ay udarme,

dáos priesa, Señor , de venir

a

asistirme.

Confunddntur,

&

revereántur iniml'ci mei, qui

qucerunt

ánimam meam:

Llenad

de confusion

y

de vergüenza

a

mis enemigos que no bus–

can

sino

cómo quitarme la

vida.

E ste salmo

Je

explican

los

santos padres de Jesucristo, de quien David es en muchas

/

cosas figura. Viéndose el profet2. perseguido

y

ac osado si n

cesar por sus enemigos, que habiaa jurado perderle, pone

toda u confianza en Dios; implora su socorro, pide su asis–

tencia,

y

le ruega que confunda

a

los que le persiguen tan

injustamente. San Atanasio, San Ambrosio, San Geróni mo

y

San Agustín no le explican solamente de J esucristo pe r–

seguido cruelmeqte por los judíos , sino tambi en de todos

sus siervos, cuya perdicion ha ju rado

el

enemigo de la

~al­

vacion. Asal tados de mil tentaciones , expues tos

a

mil pe–

ligros, agitados conrinuamente de la olas en un mar bor–

rascoso lleno

de

escoilos, expuestos

a

toda hora

a

un tris-

te nauf ·agio, quiso el Espíritu santo enseñar les una fór–

mula

de oracion corta; pero

efi caz

y

propia pa a

a traer

sobre ellos el socorro del c ielo, de que t ienen t an grau

necesidad en unos peligros tan inminentes. Por eso la Igle-

sia con

el mismo fin pone esta

oracion

a

la cabeza de

to-

das sus horas. Instruida de la necesidad que tenemos de la

asistencia del Señor pa r a obrar el bien ,

y

para merece r su

ben volencia, comienz

todas sus o aciones por é ., ta :

D eus

in adj uto'rjum meum inténde : Dómine ad adjuvándum me

fe s–

tina:

Dios

inio,

tened cuidado de ay udarme; dáos priesa,

Se-