QUARTO MlÉRCOLES
esconJia para decirles que él
e~a
el que mencligaba,
y
á
qu ie n el105 mismos habían dado tantas veces limos–
na. E n fi n
fué
preci o creerle. El milagro hizo gran rui–
do,
y
no babia quien no quis iese ver por
sí
mismo y ha- .
bla r á un hombre, que hab iendo nacido ciego, veía co–
mo los demas . Con,ti nuamen te le hacian repetir cómo ha–
bia suce· ido esto. El les decia: aquel hombre, que se lla–
ma J esus. me ha dado con lodo en los ojos,
y
me ha di–
cho que
fu es~
á
lavarme á la pi cina de Siloe: he hecho
lo q ne me ha mandádo: he ido, me he lavado,
y
veo.
Un mi lagro tan grande, tan incontestable,
y
can
pí1-
blico, ]éjos de convertirá los enemigos del Salvador, los
irritó tan furiosamente, que casi estuviéron resueltos
á
deshacerse del que era una prueba tan patente de su ma–
ligna incredulidad. Pregúntanle dónde estaba Jesus: nada
sé
.de él, les responde. Llévanlo
á
los fari seos, quienes le
preguntan cómo babia visto; y él les repite lo mi mo que
h abia dicho
á
los otros : aquel hombre, que se llama Je–
sus, me ha dado con lodo en los ójos, me he la vado,
y ,
veo.
i
No te ha curado, añaden, en
sábado~
No tiene du–
da, responde el ciego de nacimiento; .pero él me ha cu–
rado. Ese hombre no puede ser cosa de Dios , gritáron
algunos del congreso, pues no guarda el sábado.
i
Y co–
mo un hombre pecador, decian los otros, pued.e hacer
un milagro tan
grande~
Habiéndose dividido los espíritus,
y
encendiéndose una gran , disputa, acordáron se pregun–
tase 'al que habia sido curado, qué era lo que pensaba del
que le habia dado vista. Yo , respondió intrépido, yo n0
dudo que sea un hombre enviado de Dios,
y
un gran pro·
feta. E sta respuesta los irritó , se arremolináron contra él,
lo tratáron de embustero y de impostor,
y
no quisiéron
creer que hubiese nacido ciego. Quando por envidia
y
por
rencor n.o se quiere Teconocer el mérito de una accioo,
se niega el hecho. Acababan los fariseos de imputar
á
de–
lito
á
Jesucristo el que en sábado babia curado á un cie–
go;
y
he aquí que contestan la verdad de esta curacion
milagrosa. ¡O , y cómo estas variaciones descubren cla–
ramente el espíritu de error,
y
la malignidad de la pa–
sion que domina! Pocos hechos mas notorios, ni que
tu- ·
viesen mas testigos que éste; sin embargo, fué menester
. aclararlo para acabar de convencerse los fariseos- Hacen
ve-