C':APITULO
XXII.'
·universa domo patris mei: non
enim scivit servus tuus quidquam
super hoc negotio , vel modi–
cum vel grande.
16 Dixitque Rex: Morte mo–
rieris , Achimelech , tu et omnis
domus patris tui.
17
Et ait Rex
emissariis
flUÍ
circumstabant eum : Conver–
timini , et interficite Sacerdotes
Domini ; nam manus eorum cum
David est: scientes quod fugis–
set , et non
indicaverunt mihi.
Noluerunt autem
serví Regis
extendere manus suas
in
Sacer–
dotes Domini.
18 Et ait Rex ad
Do~g:
Convertere tu , et irrue in Sacer–
dotes. Conversusque Doeg ldu–
maeus , irruit in Sacerdotes , et
trucidavit in die illa oétoginta
quinque viros vestitos ephod
li–
neo.
1
Este gran Pontífice sin
J~lrar
en-Su
respuesta al respeto que era dellldo a su
R ey , mostró su zelo defenalendo a un
inocente , y cumpliendo la obligacion en
que se veía puesto de sftisfacer a Dios , a
su conciencia , a la verdad y a la justicia;
aunque conocia que hablando de esta suer–
te exponía a un evidente peligro su pro–
pia vida. Los Obispos Santos han imitado
en todos los siglos la conduéh de este
Pontífice de la Ley antigua ; y dexando
a los Aulicos el cuidado de prevenir el es–
píritu de los Príncipes crédulos contra las
personas
de
una virtud y mérito raro, to–
maron la defensa de los que por su forta–
leza se habían hecho odiosos a los Gran–
des del mundo. Tales fueron los Athana–
sios , los Chrysóstomos , los Ambrosios,
los Borroméos y otros muchos , no mé–
nos señalados por la firmeza con que re•
prehendieron la licencia de los Poderosos,
y por la
~efensa
que tomaron de losino–
centes, que por las grandes persecucio–
nes que u¡vieron que padecer, y por la
su siervo , ni de toda la .casa .
de mi padre ; porque tu siervo
nada ha sabido de
esta cosa,
ni poco ni mucho
r.
,...,....
16 · Y dixo .el Rey:
Morirás~
sin remision , Aquimelech , tú
y
toda la casa de tu padre.
17 Y
dixo el Rey a los de su
guardia
3
que le rodeaban: Vol–
ved las armas, y matad a los Sa–
cerdotes del Seño · orque se han
coligado con David: sabiendo que
iba fugitivo, y no me dieron de ello
aviso. Mas los Oficiales del Rey
no quisieron extender sus manos
contra los Sacerdotes del Señor.
18
Y
dixo el Rey a Doég:
Ve tú ,
y
enviste a los Sacerdo–
tes.
Y
vuelto Doég lduméo , se
arrojó sobre los Sacerdotes ,
y
destrozó en aquel dia ochenta
y
cinco
hombres
+
vestidos
del ephód de lino
s.
generosidad Sacerdotal que mostraron sos·
teniendo la santidali de su ministerio.
¡Qué desgracia para un Rey y pa–
ra su EstJdo , quando sus injustos y mal
formados resentimientos vienen a descar–
gar sobre aquellos que merecen su mayor
proteccion y confianza!
3
MS.
3· A los troteros.
FERRAR.
A
los corredores.
La órden que Saul da a los
de su guarnicion es tan bárbara y tan in–
audita , que no se encuentra quien la o–
bedezca. Solamente Doég , que comenzó
esta horrible maldad , le pone el colmo,
arrojándose sobre los Sacerdotes , y des–
cubriendo la malignidad de su corazon.
Temamos
y
escarmentemos , teniendo
presente que un pecado suele ser castiga–
do con otro mayor: y que no hay exceso
por grande que sea a que no nos podamos
arrojar , si la mano del Señor no nos de–
tiene en la misma puerta del pt·ecipicio.-
•
Los
ixx.
leen orptaxocríovs , >tal
?rivore
iívopas,
trescientos
_r
cinco varones,
~
Esto es , c¡ue eran Sacerdotes. Saul