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. -22-

ARTICULO III.

Su heroica Caridad.

Caridad es una de las Yirtudes que infunde Dios en

1

s que justifica, mediante la cual ama_n á J?ios sobre

toda~ la~

cosas solo por ser quien es Bonda.d

mfim~a-,

y se a.man a s1

mimn'os

y

á sus prójimos por el mismo Dios. Aunque esta

virtud es en el orden la tercera de las teologales,

C$

m~yor

que

todas, no solo porque las supone

y

~·ivifica,

sino tamb.ien por–

que las otras dos terminan con

la

v ida temporal, y esta. dura

eternamente. San Pablo hace un magnifico e!Ogio de

est~

virtud con las siguientes palabras.

"La

car~d~d

de Dios esta

"

difundida en nuestros corazones, por el Es¡nntu Santo que se

"

nos ha dado. ¿lgnomis que vuestros cue1pos s_on _templo del

Espiritu Santo que habita eu vosotros?

Y

el D1sc1pulo ama; .

do dice:

"Dios es cw·idad.

Apoyado en esta verdad

~e

fe

dice San Agustín.

"No enviemos lejos para r¡ue vea

á

pws .el

"

r¡ue tiene caridad. Oiga con atencwn la voz de su conczencw,

"

y

en ella verá á Dios.

S i no mora allí la caridad, tampoco

"

habita Dios.

Quien quiera verle sentado en el Cielo, tenga

,,.

caridad,

y

habitará en él como en el Cielo."

Por lo cual enseñan los tcologos-, que el P adre y el

Hijo cm·ian

el

E splritu Santo á los justos, para que no solo

more en sus almas santificándolas con sus gracias, sino tam–

bien en sus cuerpos honrándolos con su presencia:

y

que el

mismo amor Divino que une dulcemente al P adre Eterno con

su unico Hijo en la Divinidad, es el sagrado vínculo que es–

trecha

a

los hij os adoptivos de Dios con su P adre Celestial,

mi entras viven en su gracia adornados con

la

estola de la ca–

ridad. A sí es que si viendo á una persona, estuviesemos cier–

tos de que ,-j,·e con la vida de la gracia, cleberiamos respetar

y

adorar en ella al E spíritu Divino, en qui en r eside la pleni–

tud de la Divinidad; al modo que el Señor San José adoraria

al Verbo humanado oculto en el seno virginal ele su purísima

Esposa;

y

así como los fie les católicos le adoramos en el Sa–

cramento clel Altar.

¡Tan grande es la Yirtud de la caridad!

Tan sublime la dicha ele toda alma que la posee por la gracia!

T~nto

nos

i~ercció

J

csu~Cristo

con su Encarnacion

y

su Mu er:

te:

P ero

co~"'.':º

esta virtud contenga d'.'s preceptos,

am~r

a

D10s

y

al prcJimo;

y

como cada uno ele ellos puede cumplirse

mas ó meno_• _Perfec tamente, esponclré sus grados, para qu.e se

vea la her01c1clad con que Fray Martin practicó esta virtud1

t'llnto con respecto á Dios, como

á

sus prójiruOS'.