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tu está muerto, asi la
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sin obras es muerta.
¿Qué Bprov
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cliará hermanos mios,
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obras?
¡Por ventura
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la
Jé
salvarlo?
Supuesta e> a
doctrina, las obras dan testimonio de la fé,
y
la heroicida
1
e
aquellas debe s\iponer la de esta. Mas no solo se prueb
la
h eroicid¡td de la fé por la heroicidad de las demas virtudes,
sino tambien por los actos heroicos que especialmente le com-
peten.
ales son los que se practican para defenderla
y
cori-
fesarla,
ardiente deseo de dilatarla,
y
el zelo de la salvacion
de las almas con peligro de la vicia.
•
Si se exli.mina atentamente la vicia del Bienaventurado
Porres, no se dudará de que en toda e\la practicó heroicamen–
te las virtudes. Aun las de su niñez
y
juventud, hasta su in–
greso en la Religion Dominicana, deben calificarse de heróica s,
con respecto
á
las circunstancias ele la edad en sus primero3
años,
y á
los ,peligros que le cercaban en el siglo, desde que por
su oficio trataba con toda especie de personas. Un niño que
se priva aun de los juegos
y
recreos inocentes, que parte el
pan con los pobres,
y
que edifica
a
cuantos le ven, con su sin-·
guiar modestia
y
circunspeccion, es un heroe entre los._ de stt
edad:
y
un joven que en medio del mundo, versándose por su
ministerio con toda clase de j entes, no deja de asistir al tem·
plo todas las mañanas, pasa las noches orando, duerme un cor–
to rato en el suelo,
y
conserva su Inocencia, es un heroe en la
florida juventud, cuya época es la mas desgraciada para·el
CO•
mun de los mortales. En el curso de esta historia se leerá mas
claramente el heroísmo de sus virtudes, desde que f;1é Heli–
gioso. Se admirara principalmente su profundísima humildad,
su paciencia, mortificacion
y
caridad. Y como el principio de
todas las virtudes es la fé, fué esta heróica sin duda, pues lo
fueron las demas.
Ejercitó tambien los actos que le son propios,
a
saber,
el dese<> élel martirio
y
de la propagacion de la fé, y ei zelo
por el bien de los redimidos. Así lo comprueban muchos tes•
ti~s,
y
entre ellos algunos de sus , confesores. No pudiendo
sófocar el zelo que le devoraba de morir por la confesion de la
Fé Catolica, ó por su amor
a
la ley
y
i
la justicia, se desaho–
gaba <le algun modo con aspiraciones y suspiros que espresa–
ban sus deseos. Y mientras Dios le concedía esa gracia, de
la que se reputaba indigno, enseñaba los rudimentos de la
fé
á
los indios y negros en el convento, luego que salia la comuni–
dad del refectorio al medio dia
y
en la noche,
y
<lespu~.s
,gue
dabri de comer
Í\
los enfermos:
y
con el mismo objeto pt'dfa
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