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-...-111...::..

· Enferm6

gra,·e~ientc,

no se rlicedequemal.

Antoni~

G¡l –

tíenez que se había hospedado en casa de Ja hermana <le Fray'

Marlin. H abiendolo desauciado los l\Iédicos que le m

ici·

naban, ll amó

á

Fray Marlin su herman a, esperando lograr rle

un modo estraordin'ario la sanidad de sn hucsped. Llegó el

Sierrn de Dios,

y

despues de hablar al pacien te sobre su bien

espiritual, se acostó junto

á

él en su propi a cama. Durmiusc

el enfermo,

y

luego que re.cordó, se sintió perfectamente lrn cno.

T ambien debe numerarse entre Jos milagros dudosos,

la

súbita sanidad del

S~ilor

Arzobispo de lll<'j ico, que se ha–

llah¡i en gra."e peligro de dolor de costado,

y

que sanó apli–

éando

á

Ja parte a<lolorida la mano de Fray l\fartin, como se

ha dicho en el artículo de la obediencia: porque en las cnfor–

merlades agudas conserva por lo comun la naturalrza todo su

'\"igor,

y

por sus facul tades suele triunfar en un momen to de

111

mas ' 'iolenta enf<>rmedad. A mas de eso, sabemos los efec –

tos n1oníferos ó saludables 'del infü\jo moral;

y

pmlo con tri–

buir mucho

á

la sanidad en lo casos referid os, b consolantc

éspera11za quu'les inspiraba la pres<'ncia de nn varon rep:lln–

rlo justamente Santo. En los casos sigui entes ha sich>menos

fondado <:'l concepto de que l'I sanid ad h ubiese sido mil agro'ª ·

Padecia Doña I sahel Ortiz de T orres un fitJjo de sa n–

gre, por el q11e habian desesperado los l\Iédi cos de su vida.

Vi ;;itéila el Sien ·o de Dios,

y

asegurundola por tres • cces que

no moriría de esa enfcnnedarl, manrló que le diesen

á

comer

u na manzana asada. Aliviase la eufcrwa,

y

:l.

los cinco dins

cstubo buena.

H icieron

á

un moreno en el ,·ientre nna herida penr.–

trante, de la gue salió parte de Jos intestinos. Chupo la san–

gre Fray Martin, la1·ó la herida con vino, cnbrób con un poco

de romero mascado,

v

al cuarto dia sf' Jc1·antó sano el enfermo.

Curó tamhi<:'1-i

á

un jóve.n de un dedo ulcerado, cuan–

do habían resuelto los Cirujanos amputarsele.

I gualmente sanó

á

otro que tenia muy hinchada

J'

uJ.

cer ada una pierna, untandole saliva

y

haci endo sobre la parte

enferma la se11al de Ja Cruz.

Si en estos dos enfermos hu–

bi era sido la sanida<il instantánea, habria sido sin duda mila–

grosa, porque úlceras antiguas

y

dolorosas, no pueden

s

~n.ar

11atnralmente en un momento. Pero no espresandose esta

cir–

cunstancia en la relacion, es de creer que de>. pues de un p ron·

to alivio, san arian lentamente la infla¡;¡:¡acion v las íilceras.

Tli$ipó la lirbre que padecia una mÓrcua haciendola

beber mucha agua tibia.