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Hizolo así; pero antes examinó la puerta,
y
viéndela cerrada, no
le quedó duda de que no pudo haber salido naturalmente por
ella quien babia maltratado al siervo de Dios, si hubiese sido
un hombre. Acostóse asustado, y no pudo recobrar el sueüo por
el suíno temor que justamente le sobresaltaba, ni se resolvió
á
preguntar á fray l\Iartiu la razon de lo ocurrido. A poco rato
sonó el reloj; y siendo cerca de las cuatro, encendió luz el sier–
vo de Dios, y poniéndola
á
la -entrada de la alcoba, se fué
á
to–
car el alba, como lo tenia de costumbre. Levantándose luego el
huésped para registt·ar la ropa de los enfermos y el lugar don–
de estaba colocada; creció su a&ombro, viéndola sin lesion nin–
guna, y sin el olor que deja el humo, despues que alguna ropa
ó muebles han sido quemados por el fuego: y por lo tanto que–
dó plenamente persuadido á que el demonio perseguia y ator·
men~aba
á
fray l\Iartin.
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Efa
esa misma mañana comunicó el siervo do Dios á su con–
fes?r y padre espiritual fray Audres de Lizon, varon apostólico,
· y de mucha reputacion por su saber y piedad, el combate que
habia tenido en la noche anterior con el demonio. La confe–
rencia duró largo tiempo
á
puerta cerrada, y despues de con–
cluida, y de haber salido fray 1\Iartin, dijo fray Andres
á
varios
religiosos. «Este mulato es santo, y por tal ha de ser venerado:
a~oche
ha combatido fuertemente con el demonio, y lo ha ven–
cido, como otras muchas veces ... Sentimos justamente que este
sabio y piadoso director
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hubiese escrito una relacion fiel y
prolija .de este suceso, como de otros qne se admiran en la vida
de este siervo de Dios. Sabríamos por ella, de qué modo se le
presentaba el espíritu infernal; si con figura corporal y horri–
b le, ó si solo cntendia fray Martin por luz infusa, que el demo–
nio estab11 en su presencia para tentarle y perseguirle. Sabría–
mos tambieu cuáles eran sus sugestiones, y qué impresion hi–
cieron en fray Martin segun las di versas épocas de su vida; y
sabríamos principalmente los medios de que se valía para lo–
grar la victoria. Pero Dios ha permitido que ignoremos lo que
pasaba en su alma,
y
sus eje_rcicios interiores, asi en las opera–
cio_nes del Divino Espíritu, como en las del espíritu infernal.
As1
es que, por los hechos auténticos, solo podernos conocer
que fué enr,iquecido con el don de fortaleza.
ARTICUW IV.
Su
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vii:tud de la templanza refrena y mode–
ra los apetitos segun rnsp1ra la recta razou, y enseña Ja divina
ley;
pero su heroicidad se extiende 'hasta la privacion de las