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exaltacion, á los bienes caducos
y
á los placeres que halagau lo
sen tidos. Mas no se infunde este amof hasta la privaciou de
los goces que, lícita
y
honestamente, pueden disfrutarse en el s–
glo, sin que el alma se penetre de las ventajas espirituales quie
se adquieren por la observancia de los consejos evangélicos,
y
sin que, despues de iluminada, sienta en sí los efectos de la di–
vina vocncioo, á saber: desprecio de !ns vallidades mundanas;
sometimiento humi!de de su propia voluntad
á
la agena,
y
amor
de preferencia
á
la virginidad, sobre cuantos honores
y
como–
didades pudiera proporcionarle el matrimonio.
Cuando se hacen los votos con esta disposicion, se profesa en
espiritu
y
verdad;
y
el sacrificio es tau grato
y
acepto á Dios,
que solo en la eternidad tiene su merecida rP.compensa. Pero
como la víctima no se consume hasta el momento de la muerte,
es necesario fomentar la llama de amor, para que sea perfecto
el holocausto,
y
no pierda jamás los caract.eres de efectivo, per-
petuo
y
expontáneo.
'
Esa ardiente llama de amor, que el Espíritu Santo babia en–
cendido en el corazon del alma fiel, rectifica todas sus obras de
modo que, por suave, activa
y
pronta iuspiracion, pide lo que
debe pedir,
y
practica lo que mas conviene para honra
y
gloria
del Señor. lllediante
e~ta
union del alma con el Divino Espíri–
tu, son de un mérito indecible, no solo los oficios mas comunes
de la religion, sino aun el
come~,
vestir, caminar
y
dormir. Y
cuando esta alma feliz ha dado
á
su Divino Esposo pruebas de
fidelidad, haciendo por su amor aun las cosas mas ordinarias
y
pequelias, suele el Selior ostentar en ella ·sn poder, exaltándo–
la
y
fortaleciéndola, para que ejecute las obras mas herói1as.
Entonces, traspasando los límites de la obligacion en el cum–
plimiento de sus votos,
y
demas ejercicios piadosos, los obser–
va todos de un modo perfecto, sublime
y
pasmoso, que al pare–
cer excede á las fuerzas naturales, como se notó en muchos san–
tos religiosos,
y
en el bienaventurado fray l\iartin de .Porres.
ARTICULO
l.
Su POBREZA·-Así como en los siglos anteriores-censuraron
con acrimonia varios hereges el voto de castidad, procurando
disimular_por ese medio su sacrílega
y
escandalosa incontinen–
cia; así al presente, no solo lOi> impi;Ps, sino tambien algunos
malos cristianos embriagados de -amor á los bienes terrenos,
c011denau el voto de pobreza. Si les ha quedado
á
estos alguu
visl11mbre de
fé
y
de respeto á la verdad, deben, no solo
creer, sino tambien confesar, que Jesucristo dijo, segun se lee