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•No importa: .. replicó el Arzobispo; «obedezca, pues me

lia

de–

•legado el proviucial su autoridad.• Alargóle la mano fray

Martín, y aplicándola el Arzobispo sobre la parte adolorida,

sanó repentinamente. Llegaron luego los médicos, y declara–

ron milagrosa la sanidad.

ARTICULO III.

Su CASTIDAD.- Aunqne esta sublime virtud obligue á todos

los cristianos, se debe considerar en tres ·diferentes estados;

el de la virginidad, el del celibato, y el del matrimonio, pues

en cada uno de ellos es distinto su mérito. El P. Camelio Ala–

pide, exponiendo las palabras de S. Pablo sobre la virginidad,

contenidas en su primera Epístola á los Corintios, cita un libro

en elogio de la virginidad, escrito por un santo Obispo, y que

está inserto en el tercer tomo de la Biblioteca de los Santos PP.

dond~

se lee lo siguiente:

Tres estados

ha~

en la Iglesia: la virgini–

dad, el celibato

y

el matrimonio; pero, comparando el mérito i·especti–

vode cada uno, puede decirse que lro virginidad es oro, e! celibato

plata, el matrimonio cobre: La virginidad riqueza, el celibato me–

diocridad, el matrimonio pobreza:

La

vfrginidad paz,

el

celibato

redencion, el matrimonio cautividad:

La

virginidad sol,

el

celibato

farol, el matrimonio ti11.ieblas: La virginidad mina,

el

celibatose-

1ior, el matrimo'llio esclavo.

Mas, no perteuecieudo

á

los religio–

sos la castidad conyugal, hablaré sG!o de la que les compete,

esto es, del voto que hacen de esta virtud, consagrándose

á

Dios,

y

renunciando el matrimouio, así los que tienen la di–

cha de haber conservado su alma y cuerpo en pureza y sau–

tidad, como los que tuvieron la desgracia de perderla. Ha–

blando san Bernardo con

las personas que hacen á Dios ho–

locausto de alma

y

cuerpo, dice, en el capítulo 3.

0

del Oficio

de los Obispos, estas memorables palabras:

¿Qué cosa hay mas

hermosa qite la castidad? Limpia al que tiivo origen

i11mm1d-0;

do–

mestica á su enemigo,

y

mudtt·ell ángel al hombre. Es verdad que difie–

ren e111t·a sí el hombrecasto

y

el ángel; pero la diferencia consisteen

la felicidad,

y

noe1 el valor: pues, aunque la del unoes mas feliz, la

del otro

es

mas fuerte.

Son tantos los elogios de los Santos PP.

á

esta angélica Yirtud,

que su coleccion forma ría gruesos volúmenes;

.v

todos se

esm~r«n eH alabar principalmeute

In

castidad virginal, preferida

por el Evaugelio

y

por San Pablo al celibato

y

matrimonio.

Así se vie ron en los primeros siglos del cristiani mo, cuando

aun uo se habian fundado monasterios de

reli~iosas,

innumera–

bles doncellas qne, habiendo consagrado

á

Dios sn virginidad,

sufrieron los mayores tormentos y la muerte, por no admitir