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CAPITULO VI.
SU HU:lf!LDAD.
Ninguna virtud deberia ser
á
los cristianos mas fácil de
adr¡uirir que la humildad,
y
ninguna es
á
todos mas difí–
cil. Cuanto es mas admirable la construccion física del ho.m–
bre, y cuanto es mas sublime su espíritu, tanto mas deben
humillarle las miserias del primero, y las flaquezas del se–
gundo. Por eso decia un pagano: ..yo veo lo que es mejor,
y
mi
razon lo aprueba: sin embargo abrazo lo peor... Asi es que, la
razon
y
la experiencia d.eberian bastar, para que,
á
lo menos,
fuesen todos los hombres humildes de entendimiento. En los
cristianos son mas poderosos estos motivos. Ilustrados por la
.fé,
sabe n que su origen fue criminal; qúe, despues de justifica–
dos por el bautismo, subsiste en ellos la inclinacion al pecado;
que
á
cada momento puede preval ecer la carne sobre el espí–
ritu; que, perdida la primera gracia, tal vez no se recobrará ja–
más;
y
que sus t ristes consecuencias serán la eterna separaciou
del bien infirlito, y todo el castigo que merece quien despre–
cia la ley de amor,
é
iuutiliza en su alma el derecho que le me–
reció Jesucristo con su encarnaciou
y
su muerte. No obstante de
que, por lo dicho, hay en todos los cristianos un manantial de
mioerias, que deben humillarlos de continuo, suelen los vicios
enseñorearse ta nto del corazon, que no solo se s;;tisfacen las pa–
siones sin remordimiento, sino aun ofuscan Ja razon hasta el ex–
tremo de que esta proclire justificar Jos mas monstruosos crí–
menes, que deberían confundirla
y
humillarla.
Mas en quienes la verdad, libre de las ilusiones
d~l
error,
ejercita sys derechos, ella es guia segura que encamina al alma
por la senda de la justicia; que la hace prever
y
evitar lós pe–
ligros; que la ayuda
á
levantarse cuando tropieza; y que, si cae .
mortalmente, la reprende
y
atormenta con el recuerdo de su
funesta situacion, hasta que, vuelta en si y enderezando sus
pasos, es de nuevo adornada con la estola de la gracia que
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