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su cuerpo. Viéndosela un día muy rota

y

sucia su hermana,

quiso darle otra; mas no se la aclmitió el siepo de Dios, dicién–

dola: «Her'maua, en la religion no parecen mal hábitos pobres

y

remendados, sino costumbres reprensibles

y

asquerosas. Si

t uviera dos túnicas, no experimepta ria las necesidades de po–

bre religioso. Cuando la vo la túnica , me quedo solo con el há–

.bito, y para lavar este, me basta la túnica, y asi tengo cuanto

necesito."

Nunca calzó zapatos nuevos, y solo se servia de los usados

y

.viejos que pedía de limosna

á

los religiosos. Fue tanta su deli–

cadeza en este punto que; habiéndole obs(:!quiado un pür de za–

patos nucrns un donado oficial de zapatero,

á

quien había sana-,

do milagrosamente de un brazo que se le apostemaba cou fre–

cuencia ,

á

causa de una herida que habia recibido en él antes

de entrar en la religion;

110

los admitió, diciéndole: que agrade–

ciese

á

Dios el ben eficio que le babia hecho,

y

que diese

á

un

pobre esos zapatos. Su sombrero era tan ordinario, como cor–

respondía

á

su túnica y hábitG, y lo llevaba siempre colgado

á

la

espalda, sin cubrir su cabeza, aun en la fuerte estacion de

im•ierno,

ó

estío.

No

tuvo en su celda imágen ninguna , sino·

una cruz de madera,

y

el rosario, con licencia de sus prelados:

tampoco fueron propios los libros espirituales que leía, sino de

los religiosos que se los prestaban,,habiendo antes obtenido pe r–

miso del superior.

Al parecer, no cabia mayor desprendimiento; pero Dios per–

mitió que diese aun mas claras pruebas de su amor

á

la pobre–

za. Ya se ha dicho que, por ser notoria la extraordinaria Yirtud

de fray i\Iartin, le Yisitaban el seüor ''irey y las personas mas

ilustres de

fa

capital. Parecia, pues, que, por

consideraci.on

iJ.

tan

altas

digai~ades,

habilitase su pobre celda de muebles, para que

los ocupasen; mas ni el respeto debido

á

esos seliores le hizo

adornar su miserable habitacion;

y

se hizo mas notable su to-

1

t al desprendimiento de !ns cosas terrenas, 'por las considei;ables

suma~

de dinero que recibía"con licencia de sus prelados: pues

los que socorrían por sn mano con tanta largueza á los misera–

bles, podemos creer que, reputando

á

fray lllartin el primGro

de todos, le instarían que destinase algu'na parte

p~ra

sus necesi- .

dades. i\Ias nada admitía para sí,

y,

por lo tanto, triunfó

he~ói­

caÍÍlente su amor

á

la pobreza, aun en medio de la abundancia.

ARTICULO II.

Su ODEDIENCIA.-1\ingun cristiapo ignora, que la inobedien–

cia de nuestro padre comun, ocasionó su desgracia y la de su

posteridad; y que

Jesu~risto

reparó eon su obediencia la ruina