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que por los mismos vicios,.

y

sin

e'!

temor del•martirio, la han

traiciouado en todos tielnpos;

y

la traicionan hasta el presente,

muchos iufelices. No debe extrañarse, por lo tanto, que aun en–

t re las personas que profesaron cou verdadera vocacion, haJa

algunas que, despues de haber llevado por alguu tiempo con

alegria

y

paz interior el yugo monástico, deseen

y

soliciten ser

descargadas de él, seducidas

y

halagadas por las mismas causas.

Pero

a

ninguna le parecería insoportable, si todas, antes de

profesar, tuviesen la instruccion debida sobre las obligaciones

que imponen los votos,

y

un afectuoso deseo de Clbservarlos.

Jifas, segun lo que vemos, ¡iarece..que algunas personas,, antes de

pri;ifesar, abstraen mentalmente alguno de los votos, sin em–

bargo de que cada uno de ellos es tan esencial al estado religio–

so, como los <lemas. Por ejemplo: haceu voto de pobreza, no

por amor

á

esta virtud e vangélica, sino porque es indispensa–

ble hacerlo pard que se les dé la profesion. Asi es que ponen

ciertas

trab~1s

á

la renu ncia de sus bienes,

á

fin de conservar la

propiedad

y

usar exclusivamente de lo gue retienen para satis–

facer sus legitimas necesidad es, sin agregar el sobrante

á

los

fond os de la comunid ad: de lo que se deduce que, si les fu era

permitido el estado que ·nbraza'll , disfrutaudo de los bienes que

poseen en el siglo, preferirian la riqueza

a

Ja pobreza. :Faltán–

dolcs, ·pues, el amor

á

esta virtud por sí misma, y

110

despren–

diendo enteramente su corazon de todo Jo terren0, co rno deben

desprenderlo los que quieran ser pe rfectos, segun lo <lice l\ ues–

t ro Sel'ior

Jesuc~isto;

y

DO

siguiendo cordial mente el espíritu

de los que dan cuanto tienen

á

los pobres. a\landonándose

á

la

Oivina Providencia; no solo poneia uu óbice rnluutario

á

su

aprovecl.rnmiento,

y

pierden gran parte del mérito ligado

á

la

profesion , sino, tambien, dejan una puerta abierta á las ilusiones

del espíritu

y

corazon. Estas personas, antes de hacer sus votos.

debían considerar la n1uerte repentina de Ana nias

y

Saphirn ,

por .lrnbQr mentid o al Espíritu-Santo, segun se refiere en el ca–

pitulo 5.º de los Hechos Apostólicos; puesto que miente á Dios,

quien le hace voto de lo que no renuncia con todo su corazon.

J,o mismo que se ha dicho de la pobreza, debe entenderse de

la obediencia

y

castidad; pues hay diferencia notable entre obe–

dece r por obligacion, ó por amor

á

la obediencia

y

al sacrificio

de su propia voluntad; entre ser ;célibe por el estado que se

abrazó, ó por .renuncia

á

las ventajas del matrimonio, aunque

no

~e

hubiese profesado. El amor, pues,

á

los votos religiosos,

que fo!'man el espi1·it.u de la profesion,. es, por lo t anto, el único

medio que puede perpetuar en las personas religiosas, el espí–

ritu de su estado, purificarlas del natural apego

á

la propia