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CAPITULO V.

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SU OBSERVANCIA DE LOS VOTOS RELIGIOSOS,

Es notorio que por lo comun no cumplen las personas

religi~sas los deberes que contrajeron en su solemne profesion; cuan–

do abrazaron est.e sublime estado por moti vos puramente huma–

nos, sin ser .llamadas por legítima

y

aprobada vocacion. 'l'ambien

es verdad, que aun las que han sido elegida s por divinó llama–

miento, faltan

la palabra r¡ue juraron aute los cielos

y

la tier–

r a, si en la observa ncia de los estatutos

y

prácticas piadosa<;, no

conservan el espiritu que las excitó

á

tan grandioso sacriflcio.

Dios concede especialísimas g-rncias

á

quien elige para que se le

consagre en el estado mas perfecto; pero s uspende muchas ve–

ces esos pod erosos auxi lios, cuando no se agradece tan grande

be(lefi cio, ni se liace el uso debido de los medios que prescribe

pa ra perpetua rle . No hay gracia que no sea dou de Dios; niug·u-

11a

á

la que no pueda r esistir la criatura,

y

11inguua que no se

pierda fác il mente, ó po r la vana confianza que des,·a uece el jus–

to temor de perdel'la,

ó

por la disipacion que sin sobresalto

ht

expone

á

todo riesgo, ó por el apego

á

los bienes te rrenos

~-

á

los deleites sensuales:

y

aun la

fé ,

que es la gracia mas aprecia–

ble, 0ri¡reu de las <lemas

y

b

bas!! en que se apoyan, no está

exe nta de perderse como todas.

.

La experiencia ha confirmado esta verdad desde la cuna del

Cristianismo ; pues, asi como entonces millones de fieles fel'l'o·

rosos daban heróieo testimon io de su

á vista de los suplicios

mas horrili>les, cuya sola memoria estremece al eorazon mas im·

pertérrito; tambien, por el contrar io, los que en la calma de las

persecucioues no se preparaba u para el futuro combate con el

1·etiro del mundo, la abuegaciou de si mis mos,

y

el horror

á

cuanto halaga los sentidos, e n el tiempo de la prueba, por lo co–

mun, aposta taban de su

fé.

·r,

sin traer á la memoria esos remo–

tos siglos, en que la

triunfaba en unos

y

perecía en otros,

segun Ja buena ó mala disposicion en que se hallaba·n; sabemos