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El prodigio se hizo mas notable, porque no le impedía el cum–
plimiento de sus obligaciones; pues, aunque no se le hallase el
dia que comulgaba en ninguna parte, se hacia presente al ins–
tante que lo deseaba algun enfermo, lle\'audo consigo lo que
necesitaba, sin estar prevenido de antemano; ó cuando le toca–
hau In campsna, ó cuando el prelado, sin verle, decia que por
obediencia se le presentase, como despues se dirá.
Fué tambien muy edificante el culto que rendia á la Madre de
Dios. Repetía su nombre con frecuencia, manifestándose en su
semblante la suavidad y dulzura que derramaba en su corazon
ese suavisimo nombre. Jamás se dispensó, aunque estuviese
viejo y enfermo, de subirá la torre para tocar el alba
á
las cua–
tro de la mañana, en bonor de la Vírgen, como se acostumbra–
ba en ese tiempo: llevaba de continuo en el cuello
y
en la ma–
no el rosario,
y
lo rezaba varias veces cada dia : encendia luces,
colocaba flores delante de sus imágenes,
y
cuando veia alguna,
la Yeneraba postrándose en tierra. A mas de estos afectuosos
obsequios
á
la Santísima Virgen, rezaba todas las noches el ofi–
cio parvo con los religiosos en la eapilla del dormitorio, y con–
cluido, se retiraba al coro.
· Cuánta seria la devocion con que practicaba fray Martín es–
tos ejercicios, se puede creer por los favores que le dispensó
esa Madre de misericordia. No solo le habló algunas veces,
cuando reverenciaba humilde y fervorosamente sus imágenes,
sino tambien mandó
á
sus ángeles en unas ocasiones, para que
tocasen el alba por él, cuando estaba ausente en Limatambo;
y
en otras, para que le acompallasen eon hachas encendidas, en
1igura de dos hermosisimos jóvenes, luego que se retiraba al
coro, despues de haber rezado el oficio parvo en el dormitorio;
lo que fu é visto por todos los religiosos que asistieron al oficio
parvo, quienes, alabando
á
Dios
y
á
su Santísima Madre, testi–
fica ron favor tau distinguido. Por último, fu é muy devoto de
los santos, principalmente de sellor san José,
y
de su glorioso
patriaren santo Domingo; y veneró respetuosamente las reli–
quias é imágenes de los sa ntos, excita1ldo con su ejemplo
a
que
otros las
re~petnsen.
Con el mismo celo
y
fervor cumplió los deberes de la justicia
con respecto
á
sus prójimos. Cuanto se ha escrito sobre esto,
tratando de la ca ridad , correspoude igualmente
a
la justicia; pe–
ro debo al1ndir que, no solo servia
á
los sanos y enfe rmos, sino
que tambien manifestaba la mayor sumision y r espeto, así
á
los
superiores
y
<lemas religiosos, como
á
los mas ínfimos de la ple–
be¡
y
que ,·eneraba tanto
á
los sacerdotes, que todas las maña–
nas luego que salia de su celda, se ponía de rodillas delante del