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Quiso un pobre, a quien habia acogido fray Martin en su cel–

da, poner trampas á los ratones, porque le habiaa roido sus me–

dias. No lo permitió el siervo de Dios luego que lo supo, y atri-

. buyendo

a

descuid"o del pobre el dalio de las medias, le dijo, que

si las hubiera guardado bien, no se las hubieran comido los ra–

tones. Mas, como esos animalillos royesen tambien la ropa de

la enfermería, pusieron al fin trampa, y cayó ea ella

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ratón–

cito. Vióle fray !Uartiu, y no permitieudo que lo matasen, le

dió l

ibertad

diciendole: «vaya hermano, y diga

á

sus compañe–

·ros,

que.no

hagau ningun dallo,

y

que se retiren

a

la huerta

á

dond!! yo les llei•aré diariamente el sustento que necesiten .• Así

se verificó, con asombro de los religiosos que iban

á

la huer–

ta, y veian salir

a

los ratones luego que fray Martiu entraba

á

ella con la comida que les llevaba, sin que en adelante se hu–

biese visto uinguno en la ropería, ni haber hecho dafio en ella.

Habiendo parido á un tiempo una perrita

y

uua gatn, lasco–

locó fray !Uartia eu un sótano del convento, ordenándoles que

110 riñeran,

y

que comieran juntas ea el plato que el les lleva–

ria. Obedeciéronle; y en uno de los dias, cuando comían pací–

ficamente los dos animnles el sustento que les habia llevado el

siervo de Dies, reparó este que un ratoncillo se asomaba por

uu agujero sin atreverse

á

salir,

á

pesar de su apetito,...por el te–

mor qne le iuspirában sus dos 11\0rtales enemigos. Compadeci–

do fray Martin, hablóle ea estos térmiuos: •hermano ratbncito,

me parece que necesita atimento; venga siu recelo, que no se le

hará ninguu dallo;•

y

al mismo tiempo mRudó

a

la perra

y

á

la

guta, que dejasen comer en el µJato al raton sin hacerle mal.

Obedeciéronle los tres, saliendo el uno del agujero,

y

dejándole

comer los otros dos en un mismo plato sin ulteracion alguna.

Llegaron

á

ese tiempo algunos religiosos, los que, divertidos

y

admirados, tuvieron un r:.to

de

cutreteuimieuto, y otrl\ prueba

clara de la santidad de froy Martin.

Encontró

a

un perro gravemente herido

y

desangrándose mu–

cho. J,uego que lo vió el bruto, e le postró,

J

con ahullidos

lastimeros

y

lü.grimas pedia al siervo de Dios que le auxiliase.

Lo

hizo cu efecto, no solo la \'ándolc la herida, y uniéndola con su–

turas, sino poniéndolo tambien en una cama proporcionada.

Luego que lo ncostó en ella, le mandó que uo se moviese; y dia–

riamente lo alimentaba y enraba, hasta que eslU\'O ano, si u que

en todo ese tiempo se hubiese levant<tdo el animal del sitio en

que lo puso.

Lo mismo sucedió con un perro ma tin, que habia recibido

dos gravísimus herida ; pues, entrando

á

h1 enfermería, se pos–

tró

á

los pies de fray Martin , pidiéndole al parecer socorro coft

iO