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milagros para socorrel'ios, como los hicie11on algunos santosfJOr
el mismo fin. En la vida de Sau Bernardo se refiere, que por–
su mucha human idad, no solo se compadecia de los hombres,
sino tambien de los irrn cicinales; por lo qu e, cuando caminaba
por el ca mpo, si vcia una licbrecita huyendo fie los perfos, ó
una pequefla ave que iba
<i
ser cazada por los gavilanes, las li–
braba milagTosa me ntc del peligro, haci endo la selial de la cruz;
y
en la de ·san f rancisco de Asis, dice Sa n Buenaventura, que
era tanta su comp,ision de todas las crin loras, qu e llamaba her–
manos ·y hermanas
ú
los animales, considera nd o que todos tie–
n en un mismo principio, y que por eso amó y protegió maravi–
llosa mente
il
lvs cigarras, aleon es
y
fai sanes.
A mas de lo dicho, la compasion
ú
los animales ha sido un
comprobante del amor que algunos san tos han tenid o.ú sus pró–
jimos. Por eso dice Sa n .luan Crisóstomo, e n la hom ili a ID so–
bre la ]:;pistola ele Sa n Pab lo á los Romanos, fJU e Jos sa ntos nH!)'
amadores de sus prójimos, son tambien dul ces con los irrac io–
nal es, y aconseja la compasion para con las bestias por estas pa–
l;1bras:
Conviene q·ne seamos mwy humcvnos
y
clementes con los bnitos,
para q·ne, compadeciendonos de ellos, aprendamos
á
compadecernos de
iwestros hermanos, purq¡¿e·quien es suave
y
compasivo con los extrn–
;ws1
e~
regular que lo sea m¡¿c/wmas con. ws (a.miliares
y
domesticos.
De lo dicho se infiere cuán repre nsible es la C')nducta de
aquell os que perf>iguen, maltratan
J
quitan la vida
ú
los anima–
les inoce ntes, que, ni les hacen ningun mal, ni sir ven para su
'sustento; pues, ;siJ)ios ha dado al hombre imperio sobre l:i na–
turaleza,
y
permitídole alimentarse de ca rnes sa ludables, no ha
sitio para que destrnya inútilmente, y solo por vano entrete–
nimi ento, entes fJUe testifica n la omnipotencia
y
sabiduria del
Creador;
y
que,
á
su modo, le alaban
y
glorifican. Pero, aun soff
mas culpables las personas que, ponie ndo su afecto en animales
domésticos, abren su bolsa para sustenta rlos con viandas exqui–
sitas,
y
la cierran para los pobres que ca recen de lo necesario.
Sea cual fuese el estado de esas perwnas
y
su conducta moral,
oirán del recto juez en su tremendo juicio, e$tas terribles pa–
labras:
tuve hambre
y
?lú
me disteis de comer.
No declinó jamás fray Martin há cia uinguno de estos dos ex–
tremos,
.v.
tan lejos estuvo de matará los brutos inocentes, que
los alimentaba y medicinaba para conservarl os. Pero no se ser–
via de ninguno para su recreo, ui le ministraba otro sustento
que el que le sobraba, des pues de haber socorrido á los pobres
de Jesucristo.
Y
como Dios se dignaba manifestar en todas oca–
sio nes lo mucho que
le
complacia
la
caridad de su siervo, hizo
á los brutos obsecuentes á todos sus mandatos.