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rendo padre maestro fray Juan de Barbarán, que despues
fu é
provincial, y vicario general en la provincia de Quito, enfermó,
de fi ebre continua
ardicn~e;
y
hallándose una noche muyan–
gustiado
é
inquieto por excesivo calor y aumento de la fi ebre.
exclamó en estos t érminos:
Fra!J Martin, ¿dónde está tu caridad?
Dame un poco de qgua., porque
me
abraso.
Ape nas habia pro–
nunciado estas palabras, cuando vió entrar en la celda al sier–
vo de Dios, con una taza de agua,
y
una pasta de rosa. Dió de
beber al enfer mo, y dejándo le satisfe cho y conso lado, salió fue·
ra, estando cerrada la puerta de la celda, del mi smo modo que
babia entTado. Ucfirió el padre maestro este
su ~eso
á
muchas
personas, como prueba de la santidad de fray lWartin.
J,lamó le tam bien, solo con su interior deseo,
á
la media noche,
el padre Cristóbal Toro, cuando era corista, para que lo al ivia–
se de un dolor hgudísimo de dientes. Se le puso delante el sier–
vo de Dios, cstan'do cerradas las puertas del noviciado
y
de la
celda;
y
prcguntóle qué tenia: quejóse de su dolor el corista;
y
pon iendo el siervo de Dios uua mano sobre la e ncía adolori–
da, se despidio diciéndol e:
Q¡¡edad con Dios, ya estais bueno,
!oque
se verificó al momen to.
Siendo novicio el padre fray Pedro de los füos, enfermó de
fi ebre aguda. Llegó al extremo de estar en peligro de muerte;
y
sintiéndose nna vez en alta noche muy angustiado por la ve–
hemencia de la calentura,
y
por ardie ntísima sed, llamó en su
cornzon
á
fray l\Iartin, para r¡ue lo -refrigerase con un poco de
agua . Apenas imploró eu secreto el auxilio del sierv o de Dios,
cuando este entró con una taza de agua, estando cerrada y con
alduba por dentro la puerta de la celda, y tambien las del no–
vicia.do,. cuyas llaves guard aba bajo de su almohada el padre
fray foan Guerra, que era entonces maestr o de novicios. Pre–
guntóle el siervo de Dios al enfermo, qué ape.tecia . Y contes–
t óle:
Una nara11ja.
Ei~tró
fray l
\fart.insu mano en una manga,
y
sacó de ella una naranja fresca.
Dijóle enton ces el enfe rmo:
Yo
la qtteria en conserva.
Sacó fray l\1artit:1 de la otra manga una
naranja cubierta de azucar,
y
se la dió. Despues de comida le
hizo
beber el agua que ll evaba; con lo que faltó la fiebre,
y
sa–
nó el
enfcr.moen el instante. Sal ióse fray Martin, como habia
entra
do, y el novicio publicó en el siguiente dia el prodigio de
su milagrosa sanidad.
Igual portento ocurrió con los religiosos fray Juan de Guia,
y fray Fern ando Valdez, pues, no solo penetró las puertns cer–
radas del noviciado, sino tambi en les ministró
á
uno
y
otro la
conserva que npeteCian, en el momente en que se la pidieron,
siu salir
á
b uscarla, porque la llevaba consigo.
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